26 julio 2013

Romance de Rosafrita

Después de andar tropezando (y rodando) por el mundo de los vinos, apetece tomarse unos momentos de sosiego y meditar sobre personajes que, a lo largo de los siglos, han seguido unos caminos análogos por La Rioja, Castilla o Navarra. Estos individuos, como es el caso de Bardolfo, del que nos ocupamos a continuación, tuvieron fama de bebedores entusiastas y entendidos. Su fino olfato y delicado paladar les
permitió catar los más afamados vinos de su época, así como todo aquello que vistiera faldas y se moviera.
Y como ejemplo, ahí va pues este romancillo de Jorge Llopis...


                              


"Rosafrita, Rosafrita,

la de la fermosa cara,

la del airoso corpiño

que de tan colmado estalla;



la que las caderas mueve

de tal guisa, que al miralla

perdieron la su chaveta

los Doce Pares de Francia.



Rosafrita, si quisiérades

abriríasme tu estancia,

guardada por once dueñas

con cucuruchos de rafia.



Si quisiérades, podrías

dexar la puerta entornada,

y yo pasaría dentro,

non para cosa malsana,




nin puerca, nin indecente,

que proponello no osara,

sino para que los dos 


nos metamos en la cama."   


                                   

Oyendo aquestas razones

tan corteses y tan castas,

ansí dixo Rosafrita,

bien oiréis lo que fablaba:




"Ven esta noche, Bardolfo,

que abriréte una ventana

por la que podrás pasar

si antes non te descalabras. 


                             

Mas non olvides, doncel,

que yo estoy ya maridada

con don Lope Gil y Puertas,

que aunque fuése a Tierra Santa,




puede volverse de pronto,

y figúrate qué cara

va a poner si nos sorprende 


con las manos en la masa. 





Mis dueñas non te preocupen,

que les daré una tisana

que la santa de mi madre

usó muchísimo en casa,




que si en la color paresce

cocción de tomillo y salvia,

te la tomas y las tripas

se te facen mermelada." 



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Estaban folgando juntos 
el galán y la su dama,

cuando cascos de caballo

en el castillo sonaban.



"Aqueste trote, mancebo",

diz Rosafrita muy blanca,

"es el trote de mi esposo,

que entre mil lo adivinara."




Ya subía el caballero

por escaleras y rampas,

y al llegar al su aposento,

estas palabras fablaba: 





"¿Qué facen las once dueñas 

muertas y despanzurradas?"

"Murieron de sopetón,

pues picóles la tarántula."



"¿Qué facen esos calzones

de varón sobre mi cama?"

"Son un valioso presente

que os manda el rey de Navarra." 


                                            



"¡Vive Dios, que están rompidos!"

"Es que usólos el monarca,

y entre Pinto y Valdemoro

le clavaron una lanza."




"¿Y de quién son esos pieses

que asoman entre las sábanas?"

"Del postillón, que ha venido

a repartir unas cartas."




"¿Y las reparte desnudo,

cual su madre le alumbrara?"

"En verano nada más,

porque en invierno se tapa."




El noble considerando

la situación con gran calma,

dixo a su esposa con pena

y mansedumbre en su cara:




"Siempre dixe, Rosafrita,

que de buena te pasabas;

y como eres tan piadosa,

la pringas, hija del alma.




Que se vaya el postillón

a otra parte a facer gárgaras.

¡Sin hombre que la gobierne,

la casa non es la casa!" 





                                                   
                     FIN

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