15 junio 2020

El Artificio de Juanelo

Subir el agua desde el río Tajo hasta Toledo, con un desnivel de más de 100 metros, no es ninguna broma si no se dispone de buenas bombas. Y en tiempos de Carlos V no las había, así que en aquella época el agua llegaba a la ciudad a lomos de mulas o burros.


Pero en esta ciudad estaba la Corte del Emperador Carlos, el más poderoso de la Tierra, y aquella situación había que corregirla, resultando que, finalmente, Toledo tuvo el honor de contar con una de las mejores obras de ingeniería hidráulica de la historia de la humanidad.

El Artificio de Juanelo, también conocido por "El Ingenio", fue construído en 1568 por Juanelo Turriano, relojero e inventor lombardo, por encargo del Ayuntamiento y del propio Emperador. Mediante un complejo mecanismo oscilante, este artificio era capaz de elevar desde el río hasta el Alcázar, salvando unos 100 metros de desnivel y utilizando la sola fuerza de la corriente del río, unos 17.000 litros diarios de agua.


El éxito del invento (y el impago de la parte que correspondía al ayuntamiento alegando que todo el agua se quedaba en el Alcázar y no llegaba nada a la ciudad) hizo que Juanelo construyera uno nuevo en 1581 adosado al anterior para suministrar agua a la población. Básicamente, estaba compuesto por una presa y dos ruedas motrices a nivel del río, seis estaciones intermedias y un total de 192 cangilones dispuestos en armaduras basculantes y agrupados en 24 unidades intermedias o torrecillas.


La fuerza motriz se transmitía por medio de bielas de movimiento alternativo. En su instalación se emplearon doscientos carros de maderas y más de quinientos quintales de metal y estuvo en funcionamiento hasta 1639, cuando su estado de mantenimiento era tan precario y las reparaciones tan costosas, que fue desmantelado y sus materiales reutilizados.


 Y para terminar esta historia os contaré que de esta época datan unos gigantescos monolitos de piedra que estaban abandonados en las municipios toledanos de Sonseca y Nambroca y que alguien sacó del olvido de siglos y hoy están en la carretera de acceso al Valle de los Caídos.

Estos postes fueron labrados de una sola pieza en sus impresionantes dimensiones (11 metros de altura aproximadamente; 1,45 metros de diámetro y 54 toneladas de peso cada uno) por los canteros de Juanelo Turriano para otro proyecto relacionado con el abastecimiento de agua a Toledo.

Muerto el Emperador Carlos I, impulsor de la idea, murió asimismo el proyecto (seguramente al morir al mismo tiempo la financiación del mismo), y los cuatro Juanelos empezaron a ver pasar los años criando musgo, olvidados en su cantera de Sonseca.

Cuatrocientos años mas tarde, en 1940, un Guardia Civil jubilado hizo llegar una carta al Jefe del Estado Francisco Franco haciéndole saber de la existencia de los «Postes de Juanelo», olvidados en Nambroca y en las canteras de Sonseca, y sugiriendo que podrían instalarse en Cuelgamuros.


Quien entra hoy en día al Valle de los Caídos, al subir por la carretera de acceso al monumento tiene la oportunidad de observar a mitad del recorrido de esta los cuatro grandes cilindros de piedra que fueron instalados en este lugar como los «centinelas del valle».