Fecha
Diario de Bitácora: 10 de Junio de 2003
Singladura:
San José - Cartagena, 75 millas
Son las cinco de la mañana, la tripulación
del Belica IV se va despertando. Mientras me aseo como los gatos comienza a
llegarme el olor del café haciéndose. Desayunamos, se carga gasoil en el
depósito, JR comprueba los niveles del motor... A las 5:40 suelto y recojo las
amarras y salimos del puerto de San José lentamente. La noche es bella, la mar
tranquila y el viento en calma. Ya fuera, ponemos el motor a 1400 RPM, lo que
nos proporciona una marcha de 5-6 nudos, y nos dirigimos al Este para separarnos
de tierra y poder doblar sin riesgo la Punta de la Polacra cuyo faro nos guiña
su ojo por la amura de babor.
Media hora más tarde viramos un poco al
Norte para tomar un rumbo de 60º, mas abierto que el necesario pero con la idea
de ganar barlovento para cuando salte el viento de Levante. La luz de un
segundo faro (el de la Punta de la Mesa de Roldán) aparece en el horizonte. Al
rumbo que mantiene nuestro tercer tripulante (el piloto automático) lo
libraremos con seguridad.
Está amaneciendo y se puede apreciar la
costa con más claridad: acantilados de roca pelada, desolación. Sale poco a
poco el sol por el horizonte. Durante unos segundos parece un enorme balón de
rugbi de color anaranjado. Para mí ha sido mi primera observación del
"orto" del sol en el mar. En fin, más vale tarde tarde que...
Más delfines, pero esta vez se cruzan en
otra dirección. A la hora del aperitivo me fijo en que por nuestra popa, lejos,
viene un barco a una velocidad impresionante, quizá 50 nudos. Llamo a JR, que
está haciendo algo en la mesa de cartas.
- Fíjate en aquel imbécil. ¿A dónde irá?
-le digo, pensando que se trata de un turista.
JR usa los prismáticos y al cabo de un
momento me aclara que no es un barco de recreo sino una lancha de salvamento.
Baja de nuevo al camarote y oigo que habla por la radio:
- Salvamar, Salvamar, Belica IV
Después
de unos minutos, durante los cuales la lancha nos ha rebasado y apenas ya se la
ve, sale JR y me explica que se trata de un barco nuevo, fabricado en Navia
(Asturias) y que lo llevan en viaje "ferry" (como es nuestro caso) a
su puerto de destino en Mallorca.
¡Lo
asombroso del caso es que salió de Navia el mismo día en que nosotros salíamos
de Algeciras! Hoy llegará a Alicante y mañana será entregado en Mallorca.
Impresionante.
Es mediodía y aún no ha aparecido el viento
de levante, lo que nos permite hacer más camino del previsto. Comemos pronto,
ahora que la mar está tranquila, unas albóndigas con tallarines a la boloñesa
perfectamente calentados por las sabias manos de JR. Incluso tengo tiempo de
echar una siestecita, que se agradece después del madrugón de esta mañana.
Al fin aparece el levante, pero al rumbo en que estamos ya (más al Norte, para acercarnos a tierra) es una ayuda en lugar de ser un estorbo. Izamos las velas, y aunque reducimos un poquito el régimen del motor conseguimos una marcha de 7 nudos. Son las 16:30 y tenemos a la bahía de Mazarrón por babor y Cabo Tiñoso un poco más a proa.
Al fin aparece el levante, pero al rumbo en que estamos ya (más al Norte, para acercarnos a tierra) es una ayuda en lugar de ser un estorbo. Izamos las velas, y aunque reducimos un poquito el régimen del motor conseguimos una marcha de 7 nudos. Son las 16:30 y tenemos a la bahía de Mazarrón por babor y Cabo Tiñoso un poco más a proa.
Poco a poco se va acercando la costa y los detalles van apareciendo desde la neblina. Los grandes barcos de transporte fondeados indican la localización de Cartagena, situada en el fondo de una pequeña bahía rodeada de montañas que dejan un estrecho paso.
El GPS indica una distancia de 3 millas al
puerto y el barco es gobernado manualmente. El viento y la mar lo empujan,
llegando a puntas de 8 nudos. Me estoy divirtiendo, pero JR me hace ver que hay
un petrolero que está saliendo de Escombreras. Fijaos, para mí no era más que
un barco parado allá enfrente, un poco a estribor, pero para los ojos despiertos
y expertos de JR se trataba de un petrolero que había descargado en Escombreras
(fíjate en que la línea de flotación está muy alta), que había despedido al
práctico (fíjate en la lancha que se está alejando de él), que iniciaba la
salida a alta mar y que tenía que dejarle espacio.
Acomplejado, sigo sus instrucciones, pero
entonces me encuentro que, a proa, un barco inmenso maniobra lentamente,
obstruyendo el paso hacia el puerto. Otra vez la sabiduría de JR me sorprende:
Ojo con ese butanero, que está esperando al práctico que acaba de desembarcar
del petrolero y que se va a colocar a la derecha de la entrada al puerto.
- Pero bueno, ¿cómo lo sabes?
- ¿No ves que la lancha del práctico se
dirige al butanero y que a la derecha de la entrada, al pie de aquel monte, hay
unos barcos parados? Pues son remolcadores esperando para meter el butanero en
el pantalán de Escombreras.
¡Hay que joderse! El hecho de que JR me explique que él ya ha estado aquí a bordo de un petrolero y que estas cosas son pura rutina, no deja de sorprenderme. En fin, despejados todos los obstáculos, entramos lentamente a las 18:45 en el puerto de Cartagena. A las 19:00 estamos amarrados a un pantalán del Club Náutico.
Yo he llamado a mi hermano Nacho, que vive
allí, así que después de una ducha reparadora, compensación de esta jornada de
15 horas de navegación, salimos los tres a la ciudad.
Debo confesar que el tute que la mar me
pegó ayer a la llegada a San José ha bajado mis defensas (sicológicas). O quizá
sea que ya me encuentro muy cansado del viaje, pero el hecho es que he decidido
dimitir como tripulante, dormir en casa de Nacho y regresar mañana a Madrid.
Siento un cierto remordimiento por abandonar a Alberto JR, pero me consuelo
pensando que mi idea original era la de participar en una primera etapa o algo
más si me encontraba bien, y en cambio he resistido cinco días.
No hay nada mejor, después de una larga
travesía, que sentarse en una terraza para beber una cerveza. Hace calor, y lo
noté desde el momento en que entramos en el puerto y cayó el viento gracias a
la protección de los montes que le rodean. Mientras voy vaciando mi copa noto
una especie de mareo, como si se me moviera la silla. Poco a poco me doy cuenta
de que lo que se está moviendo es Cartagena entera.
Por cierto, voy a contar algunas cosas de
esta ciudad que quizá no sepan mis amigos colombianos Isabel y Carlos.
Es
muy vieja, anterior a los romanos, y habitada por pueblos atraídos por las
minas próximas, ricas en plomo y plata. Los cartagineses la llamaron Cartagonova
y hay multitud de restos de aquellas épocas.
Lo curioso es que cada vez aparecen más. Por ejemplo, no hace muchos años se estaba excavando un solar para construir viviendas y empezaron a aparecer piedras talladas de forma particular. Se pararon las obras y se comenzó un estudio arqueológico con el resultado de que apareció un anfiteatro romano enterito, en pleno centro de la ciudad.
En
muchos de los edificios nuevos se han dejado zonas descubiertas y protegidas
con cristal, en las que aparecen cimientos de casas romanas con sus cocinas y
sus baños. Cartagena es el terror de los constructores, porque saben que en el
momento que inicien una obra aparecerá algún resto arqueológico que puede
paralizarla.
Yo invité a la última cena y Nacho, buen
conocedor del terreno, nos guió a varios mesones especializados en cazuelitas,
que resultaron estupendas. De regreso al Club Náutico nos despedimos de
JR, que saldría temprano por la mañana, y nos fuimos paseando hasta la casa de Nacho. Esa noche dormiría en una buena cama, sin oir el campaneo de las drizas sobre el mástil.
EPÍLOGO
A las cuatro de la tarde del día siguiente
salí en Talgo hacia Madrid, donde llegué también con retraso. Sin embargo, esta
vez RENFE no me devolvió el dinero del billete porque el retraso había sido de
55 minutos. Cinco minutos más y habría de nuevo viajado gratis. Quizá la
próxima vez.
En cuanto a JR, navegando en solitario a
partir de Cartagena llegó a Alicante más o menos a la misma hora que a la que
yo entraba en Madrid. Al día siguiente se encontró temporal y le costó remontar
el Cabo de la Nao, pero una vez internado en el golfo de Valencia pudo poner
rumbo directo a su destino final, el puerto de Burriana, situado a 8 millas de
Castellón.
Y esto es todo por hoy, queridos míos.
Hasta otra.
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