Fecha
Diario de Bitácora: 9 de Junio de 2003
Singladura:
Roquetas de Mar - San José, 30 millas
Las instalaciones del Club Náutico de
Roquetas están limpias y son cómodas. Nuestra buena opinión (salvo el enchufe
de 220 V) se ve reforzada cuando nos enteramos de que el coste del atraque es
de sólo 10 euros. Aún duele la clavada del día anterior en Marina
del Este.
Desayuno excelente en una cafetería
contigua
al restaurante (Los Abuelos) donde comimos en febrero. Todo es muy
cómodo, pues en la calle que cierra uno de los lados del puerto está todo lo
necesario: el club, restaurantes, cafeterías... En su extremo se levanta el
castillo que JR había entrevisto cuando estábamos todavía a 4 millas.
Hoy nos abandona Leo por no sé qué cuestión
relacionada con unos holandeses que le esperan en Madrid. Yo sospecho, sin embargo,
que lo que pasa es que desea alejarse del barco con cualquier pretexto.
Celebramos su despedida con una copa de machaquito, famoso anís seco de 50º a la sombra, el preferido del coronel.
Ya solos JR y yo, cargamos 60 litros de
gasoil pues debemos pasar el Cabo de Gata y hay que estar prevenidos.
Finalmente zarpamos a las 12:45 y, ya fuera, tomamos rumbo este, derechos al
cabo. Hay una brisa que decidimos aprovechar, así que izamos velas y
conseguimos, con la complicidad del motor, una buena marcha de 6,5 nudos.
Ahora sí, reconozco con facilidad puntos
familiares: Las cúpulas verdes del Hotel Colonial donde estuvimos alojados en
febrero, el paseo bordeando la playa, Aguadulce, Almería... Ojalá pudiera haber
visto anoche, cuando era necesario, la mitad de los detalles que veo ahora. En
fin, otro ejemplo de la ley de Murphy.
La costa es pelada,rocosa. No se ve un gato en ella, ni carreteras ni urbanizaciones. JR me dice que es una costa virgen y yo le contesto que no me extraña, que es tan fea que forzosamente ha de ser virgen.
A 8 millas del Cabo de Gata el viento
aumenta y se establece claramente de levante, a la vez que se forma una
marejada incómoda, de ola corta, que nos comienza a sacudir. Aunque vamos
ciñendo al máximo, se ve claramente que no vamos a poder doblar el cabo sin dar
bordadas, y esto va a suponer un retraso importante. JR decide enrollar el
foque, de forma que, con sólo la mayor, podemos mejorar el rumbo y rebasar, por
fin, el cabo.
¡Ya hemos pasado! Pero no hay margen para
el reposo pues el viento sopla ahora con fuerza 4-5 y la marejada apenas nos
deja comer un bocado. JR toma un rizo de la mayor (para los legos, esto
significa reducir el tamaño de la vela mayor para que el viento no haga tanta
fuerza sobre el barco), pero así y todo el barco baila con ganas. Yo he bajado
al camarote a buscar no sé qué y apenas puedo tenerme en pie, incluso agarrado
a todos los asideros posibles. Aprovechando que durante un instante mis dos
manos están ocupadas en otra cosa, la mar balancea bruscamente el barco y yo
vuelo dos metros hasta una de las literas laterales, donde caigo sentado. A
Dios gracias, asiento y respaldo estaban perfectamente mullidos.
Nos vamos aproximando a San José, que es un
pueblecito instalado en una pequeña bahía al pie de los riscos, a unas cinco o
seis millas de Cabo de Gata. A la derecha de la ensenada se divisa una
escollera y, detrás de ella, asoman los mástiles de los barcos en el puerto. La
mar está todavía muy movida, pero estamos ya cerca de nuestra meta y hay que
arriar la mayor antes de entrar.
Son las 18:30 y ahora, con luz de día, es fácil distinguir las balizas roja y verde de entrada al puerto. Un gran barco a motor que hace dos días estaba en Marina del Este se encuentra amarrado a la entrada. Claro -le comento a JR-, éste ha huido también de aquella cueva de piratas.
Nos amarramos nosotros también (incluida la
conexión de 220 V) y, mientras JR cose una costura de la vela mayor que se ha
soltado, yo salto al muelle a estirar las piernas. Estoy preocupado por el
estado de la mar y por la probabilidad de tener mañana el viento en contra. En
un extremo del pantalán veo a tres "velhos mariñeiros" (de mi edad)
charlando y me acerco a ellos a ver si consigo algo de información.
- Buenas tardes. ¿Alguno de ustedes conoce
la meteorología local?
- "La capitanía", me responde uno
de ellos con acento francés, señalando hacia un edificio.
- No, me refiero a la meteorología.
- Sí, claro, en la capitanía tienen la
previsión meteorológica de Almería Radio.
- Ah, de acuerdo, pero yo me refería a si
alguno de ustedes conoce el clima local, porque las previsiones para hoy de
Almería Radio eran de fuerza 2-3 en la zona de Cabo de Gata y nos hemos
encontrado con fuerza 4-5 y marejada.
Por fin me explican que se trata de vientos
de día que comienzan a las 11 ó a las 12 de la mañana y que terminan al final
de la tarde. Para ir hacia Cartagena y no tener vientos de proa que nos
retrasen, me aconsejan madrugar y adelantar camino todo lo posible antes de que
salte el viento. Por otra parte JR también estaba pensando lo mismo. La
singladura de mañana es muy larga.
Formalidades portuarias. Como se trata de
un pueblo pequeñito con un puerto minúsculo, pregunto con optimismo por el
precio del atraque, esperando que sea igualmente pequeñito, del estilo al de Roquetas.
- "Treinta y nueve (39) euros" responde, sonriendo, la rubia con traje de baño y pareo que nos atiende en la capitanía. "¿Van a utilizar las duchas? Me tienen que dejar 5 euros en depósito por las llaves. Se les reembolsará cuando las devuelvan".
- "Treinta y nueve (39) euros" responde, sonriendo, la rubia con traje de baño y pareo que nos atiende en la capitanía. "¿Van a utilizar las duchas? Me tienen que dejar 5 euros en depósito por las llaves. Se les reembolsará cuando las devuelvan".
-"Saldremos mañana a las 6. ¿Habrá
alguien para devolvérselas?", inquiere JR.
- "Las oficinas se abren a las
10", responde la otra.
Y ¿cómo vas a discutir con una tía así? Como
resumen diré que JR tiene las llaves de los aseos (de señoras y de caballeros)
del Puerto Deportivo de San José y que están a disposición de cualquiera que
abone 5 euros por ellas.
Por el muelle hay bastante animación, sobre
todo de gente que viene del pueblo a ver los barcos. Me fijo en dos chicas de
aspecto descuidado, mochila de camping al hombro, orejas anilladas y,
probablemente, aficionadas a la marihuana. Están dando algo de comer a un gato
portuario. Yo llamo, "biss,biss" al gato, que se viene hacia mí al
trotecillo, pero como no tengo nada que darle regresa a la compañía de las
exploradoras.
En fin, nos vamos al pueblo con ánimo de
cenar y de retirarnos pronto para madrugar al día siguiente. Mientras JR busca
un cajero automático yo paseo por el centro. Tuerzo una esquina y zas, me topo
con las mochileras.
- ¿Sabe usted si hay por aquí una fuente de
agua potable?
- ¿Quieres decir agua gratis? Lo dudo, no
creo que den nada gratis por aquí. Que tengáis suerte.
Diez minutos después salimos del centro
para dirigirnos a uno de los restaurantes próximos al puerto. Sentadas en un
bordillo nos encontramos a nuestras amigas, bebiendo sendas latas de cocacola.
Intercambio una sonrisa de complicidad con ellas.
Cenamos, como el resto de los
"guiris" que nos acompaña, una paella de marisco para dos, evitando
el arroz estrella (paella de bogavante). De camino al barco nos despedimos del
marinero del puerto.
Este nos pregunta, curioso: "¿Qué fue de las mozas?".
Este nos pregunta, curioso: "¿Qué fue de las mozas?".
- ¿De qué mozas habla?
- De las que estaban esta tarde con la
mochila. Creí que se las iban a llevar con ustedes.
Con sorpresa, le confieso a JR: "Coño,
no se me había ocurrido".
- "A mí, sí", responde, riendo,
él.
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