RIBERA DEL DUERO
Hacía
algún tiempo de nuestra inmersión enológica en La Rioja y los miembros de la
sociedad comenzaban a apuntar la posibilidad de una segunda salida.
Mi
cuñada Marieli, que vive en Burgos y trabaja en un departamento relacionado con
el vino, fue en quien primero pensé para ayudarnos a organizar una inmersión en
la Ribera del
Duero, así que le encargué que hiciera algunas gestiones con las bodegas.
Como
pasaba el tiempo, Marieli no acababa de darnos paso a ciertas bodegas -Vega
Sicilia- y los cofrades se estaban ya poniendo nerviosos, se celebró una junta
general (Alberto, Ricardo y yo) con el único punto en el orden del día de
determinar fecha, bodegas a visitar y localización de nuestro cuartel general.
Los
acuerdos de la junta fueron los siguientes:
Fecha: 21 al 23 de
abril del 95
Bodegas: Alejandro Fernández y Vega-Sicilia
Cuartel
General: Peñafiel
Ciertamente
la elección de las bodegas era una exageración puesto que, ambas, están entre
las más reputadas de España y nada nos indicaba que fuera fácil conectar con
ellas y, mucho menos, conseguir visitarlas.
La
realidad, sin embargo, fue que ambas se mostraron muy amables y aceptaron
nuestra presencia, máxime teniendo en cuenta que el día que habíamos reservado
para las visitas era el sábado 22 y que por tanto estaban cerradas.
Una
semana después de haber hecho la gestión me llama Alberto para decirme que tiene
problemas con la fecha ya que, desde hacía tiempo, había quedado con su
sobrino.
_ Coño, ya podías haberlo dicho el día que nos
reunimos, -le respondo-. En fin, lo siento por tu sobrino, pero creo que será
mucho más fácil cambiar la cita con él que con Vega-Sicilia.
_ Es que ya le he dado muchas largas y he
cambiado la fecha varias veces . .
_ Ya, pero con la suerte que hemos tenido de
conseguir cita con las bodegas -mi cuñada Marieli no se lo puede creer- no creo
que debamos andar ahora haciendo cambios, no sea que se arrepientan.
Consultado
el resto de los cofrades, a todos les pareció una temeridad tratar de cambiar
las fechas, así que Alberto se fue cabreado por nuestra falta de comprensión
hacia sus compromisos familiares.
Y así,
la tarde del 21 de abril nos encaminamos Ricardo, Luis (se incorporó
provisionalmente a la cofradía) y yo, hacia nuestra cita con la ciudad de
Peñafiel. Simultáneamente lo hacían desde Barcelona Ramón y Álvaro.
El
viaje desde Madrid es un paseo, ahora que está terminada la autovía. En dos
horas ya habíamos penetrado en la comarca y estábamos a quince kilómetros de
nuestro destino.
_ ¡Que!, ¿iniciamos la inmersión?
_ ¡Pero si aún no hemos llegado!
_ No, pero ya estamos en la zona.
Nava
de Roa es apenas un poblacho, pero con lo que andábamos buscando: una plaza
donde aparcar y una taberna donde comenzar nuestra andadura.
_ Tres tintos, por favor.
Ante nuestro
asombro, nos sirven de una botella con etiqueta "Ribera del Duero"
tres copas de vino. Esto es una novedad, pues sin pedirlo específicamente no se
sirve vino de marca. En fin, nos habrán visto con cara de ser de Madrid y nos
meterán un clavo. Bueno, resignación que para esto hemos venido.
Estamos
olfateando el vino y comentando que no es especialmente aromático cuando veo
que el camarero se afana en algo por debajo del mostrador. Un momento después
nos ofrece tres montaditos de salchichón.
El
vino es muy agradable, frutal, alegre. Pedimos la cuenta al rato, dispuestos a
marchar.
_ Son ciento ochenta pesetas, informa el
camarero.
Todos
comprendemos a la vez que hemos acertado con la región y que la inmersión será
un éxito.
Veinte
minutos más tarde estamos en el hostal de Peñafiel, dejamos nuestro equipaje y
salimos con la idea de hacer un primer reconocimiento del pueblo mientras
esperamos la llegada de los de Barcelona.
Al
salir dejamos las llaves en el bar y, ya que estamos allí, . .
_ Tres tintos, por favor.
De
nuevo la sorprendente costumbre de servir vino de marca. Esta vez reclamo la
botella: Protos del 93.
El vino
hace honor a su marca: muy aromático, frutado, muy agradable. Ante los elogios,
el tabernero se mete en la conversación.
- ¿Qué les parece el vino?
Todos damos
nuestras apreciaciones a la vez.
_ Lo que me llama la atención, consigo decir,
es que sirvan vino de marca. En Nava de Roa también nos lo han dado. ¿No tienen
vino de cosechero para servir en los bares?
_ Si que hay, pero yo no lo tengo. La
consejería de Sanidad no autoriza vender vino sin etiqueta.
_ Pues hace seis meses hemos estado en la Rioja , tercia Ricardo, y
allí en todos los bares te lo ponen.
_ Eso será en la Rioja , pero en Castilla-León
te meten unas multas que te abrasan y yo no quiero líos.
_ Pero ¿se puede encontrar vino de cosechero
para comprar por aquí?, insiste Ricardo.
_ Claro, en todos los pueblos. Si quieren,
pregunten en Curiel que está a cuatro kilómetros. Y ustedes, queriendo cambiar
de tema el tabernero, ¿están de viaje o se van a quedar?
_ Estamos haciendo una cura de vino en
Peñafiel, aclara Ricardo, y de nuevo tratamos de explicar al personal en qué
consiste y los grandes beneficios para la salud que aporta.
_ Pues mañana no van a poder visitar Protos,
informa un parroquiano, porque cierra los sábados.
_ Si, ya nos lo han dicho, aclaro yo. Pero es
que mañana vamos a ver la bodega de Alejandro Fernández y luego la de
Vega-Sicilia, así que, de todas formas ya tenemos cubierto el día.
Se
hace un silencio entre la concurrencia. Al cabo de un momento, el del bar
indica con aire pesimista:
_ La de Pesquera no creo que se la enseñen
mañana, pero en Vega-Sicilia no admiten visitas.
_ Es que nosotros ya hemos quedado con ellos
por teléfono.
Nadie
de los presentes se cree que vayamos a tener ningún éxito, con lo cual acaban
preocupándonos. Un rato después salimos hacia el pueblo donde se nos va pasando
el pesimismo contagiado.
Peñafiel
es una pequeña joya, razona- blemente bien conservado su casco antiguo, que se
extiende bajo la protección de un imponente castillo situado en la cumbre de un
monte. Desde lejos, en la extensa llanura, destaca como un faro señalando la
presencia de la ciudad.
Es una
lástima que esté lloviendo tanto. Vamos reconociendo y clasificando los bares a
base de echar carreritas de uno a otro.
A las
diez de la noche empieza a nevar y decidimos ir al restaurante donde hemos
quedado con Ramón y Álvaro.
Al
empezar el segundo plato llegan los de Barcelona. Se fija el plan del día
siguiente: A las diez en Pesquera de Duero y a las doce en Vega-Sicilia. El
programa es apretado porque a las dos y media tenemos reserva en Casa Mauro,
por eso del cordero.
Pesquera
es un pueblo minúsculo cuyo monumento es la bodega de Alejandro Fernández
(Quizá haya más cosas de interés, pero con el frío que hace no las vemos).
A las
diez en punto llamamos a la puerta de la bodega. La portalada resulta familiar
-¡ay, no tanto como quisiéramos!- por estar impresa en las etiquetas del Tinto
Pesquera.
Nos
recibe la hija de Alejandro, que nos va dando toda clase de explicaciones.
La
bodega es pequeña, sencilla y sin instalaciones de gran porte. Los depósitos de
fermentación, de acero inoxidable, tienen ese carácter casero de lo construido
con medios propios. "Los hicimos aquí nosotros porque los comprados eran
carísimos" explica nuestra anfitriona con una sencillez que nos sorprende
viniendo de una familia que produce uno de los vinos emblemáticos de España.
Después
de haber visitado un buen número de bodegas me estoy dando cuenta de que se
pueden lograr vinos extraordinarios sin necesidad de instalaciones
espectaculares, aunque, eso sí, cuidando todos los aspectos de calidad
relacionados con la viña, con la vinificación y con la crianza.
A las
once hemos terminado la visita porque yo he indicado a nuestra guía que a las
doce tenemos que estar en Aranda. Después de la amabilidad con que nos ha
tratado no me ha parecido bien decirle que nuestra próxima cita era con
Vega-Sicilia.
Cuando
ya estábamos preparados para despedirnos nos sugiere una degustación -lástima
de hora-, a lo cual aceptamos con entusiasmo. Nos conduce a un saloncito
dispuesto en la planta baja de la vivienda y, mientras se afana en abrir la
botella de Tinto Pesquera y en cortar unos tacos de queso, responde a nuestras
preguntas: Sí, su padre está casi siempre de viaje en el extranjero
promocionando los vinos. Efectivamente, es amigo de Julio Iglesias y él ha sido
el principal embajador de la bodega.
El
Pesquera del 89 que degustamos es de un color rojo oscuro, al menos a la luz de
un día nublado a las once de la mañana, aroma intenso, muy vinoso y potente. Al
principio sorprende por su paladar aún un tanto agresivo.
Mientras
acudo al queso en busca de auxilio percibo por el rabillo del ojo a Álvaro,
pillado igualmente de sorpresa.
Al fin
todo se aclara: siempre hay que probar un vino acompañado de algo sólido para
descubrir sus secretos. En esto, creo que tienen razón los franceses.
Son ya
las once y media, nos despedimos y salimos pitando hacia Valbuena que,
afortunadamente, no está a más de diez kilómetros.
A las
doce en punto estamos en la puerta de acceso a Vega-Sicilia donde un guarda
jurado nos identifica y nos provee de distintivos. Al poco llega el enólogo y
nos hace pasar a la finca -"No se molesten en pasar por los senderos, el
césped necesita que alguien lo pise de vez en cuando"-. Comenzamos a
sentirnos importantes.
La
visita se va desarrollando con orden Sólo alterado por la nube de preguntas que
todos hacemos:
_ ¿Cómo se presenta el año con la sequía que ha
estado habiendo?
_ Magnífico, pero si llega a faltar humedad
regamos un poco.
_ ¿Por qué fabrican sus propios toneles?
_ Porque es un aspecto importantísimo para la
crianza y no queremos ceder a otros esta responsabilidad.
_ ¿Con cuantos años sacan al mercado el
"Único"?
_ No hay plazo fijo para el "Único".
El Valbuena sale, si la cosecha lo merece, al quinto año: Ahora estamos
embotellando el del 90 que saldrá a partir de Junio. Para el Único, depende de
la evolución del vino, a veces tarda doce años en hacerse a nuestro gusto y
otras sólo ocho, depende.
_ ¿Cuánto tiempo envejece el Único en madera?
_ Como les digo es variable, pero oscila entre
cinco y nueve años.
_ Pero eso no es posible, alecciono yo al
enólogo. El vino resultaría con un exceso de madera.
_ No necesariamente, me aclara. Durante los
primeros dos años el vino está en barricas nuevas que son las que aportan
aromas y taninos. Después se va transvasando a barricas progresivamente más
viejas, las cuales sólo contribuyen a oxigenar y a afinar el vino.
La
nave subterránea de envejecimiento recuerda un recinto eclesial sin turistas,
solamente para nosotros. Se nos van mostrando vinos de añadas míticas- Sólo
quinientas botellas disponibles-, huele a madera.
A la
salida -oye, ¿crees que nos invitarán a probarlo?- nuestro guía, al fin, nos
pasa a una sala pequeña y sobria, saca cinco copas de cata y abre una botella
de Valbuena del 89. Nos va explicando todos los caracteres del vino y nosotros,
a duras penas, intentamos seguirle.
El
vino aún recuerda tonos frutales pero su bouquet es mucho más complejo y su
cuerpo muy potente, como de "vinazo" según indica nuestro anfitrión.
Esta
vez no hay tacos de queso pero, sin duda por la preparación conseguida en
Pesquera o quizá porque la hora es más propicia, las copas se van sucediendo y
el vino se va apreciando cada vez más -yo lo hubiera bebido con unos años más
de botella para que los taninos se suavicen un poco, pero entonces ya no sería
un "vinazo" como le gusta al enólogo-.
Cuando solo quedan
tres dedos en la botella -no queremos que piensen que hemos venido a
atracarnos- nos despedimos agradecidos de nuestro guía. Peñafiel y el cordero
de Mauro nos esperan.
NOTA DE CATA:
TINTO PESQUERA - Cosecha 1987
Capa color picota virando a teja. Cuerpo potente,
bouquet complejo, equilibrado, muy largo.
Bebido en su 14º año - Calificación 5/5
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