14 junio 2013

RECUERDOS (III)

Al otro día, domingo, nos despedimos del hotel y nos encaminamos a Nájera adonde llegamos un poco antes de las once de la mañana.
Comenzando a visitar la ciudad, dimos con una pequeña iglesia, no lejos de Santa María, y entramos a verla. Al salir, Alberto me indica que se quiere quedar un rato más.
_  ¿Te vas a retirar unos momentos? le pregunto.
_  Precisamente, me contesta.
Salgo fuera y comento con Ricardo y Ramón que hay que esperar a Alberto. De la plazuela de la iglesia, y contigua a esta, parte una calle pequeña. A diez pasos se abre la puerta de un bar y decidimos esperarle ahí.
Todos pedimos un vino menos Ramón que pide papel higiénico.
_  Ya podías haber sido más previsor, reprende Ricardo. Hace poco más de una hora que hemos salido del hotel.
_  Es que estoy algo ligero de vientre, explica Ramón saliendo disparado hacia el fondo, a la izquierda.
Después del primer vino, Ricardo manifiesta sus deseos de ir a misa y de no dejar solo a Alberto.
_  ¡Ah! pero, ¿Alberto se queda a la misa?
_  Si, claro. ¿No te lo ha dicho?
En fin, parece que "retirarse unos momentos" es más de lo que yo pensaba. Me quedo momentáneamente solo pensando en lo mal que entiendo las cosas últimamente.
Terminando el segundo vino reaparece Ricardo.
_  Oye, que no veo a Alberto en la iglesia y me da reparo estar mirando continuamente a todos los lados. Entra tu un momento a ver si le ves.
Dócilmente, entendiendo cada vez menos lo que pasa, penetro en la iglesia y busco a Alberto hasta que las viejas empiezan a mirarme con un gesto reprobatorio.
De nuevo en el bar manifiesto a los otros dos (Ramón ha regresado durante mi incursión en la misa de once) que yo tampoco veo a Alberto. En fin, se habrá alejado de la puerta para conseguir un mejor recogimiento.
_  Señorita, tres tintos y una ración de oreja.
Ramón vuelve a despreciar el vino y sale a paso ligero hacia el fondo, a la izquierda.
A las doce ya había salido la gente de misa pero, de Alberto, ni rastro.
Preocupados, abandonamos con pesar la taberna (el vino, excelente como era norma) y salimos en tres direcciones distintas por el pueblo a buscarle. Al cabo de un cuarto de hora le encontramos, por cierto muy cabreado.
_  ¡Iros a la mierda! ¿No podíais esperarme ni cinco minutos?
_  Pero si te habías quedado a la misa.
_  ¿No te había dicho que me iba a quedar unos minutos?
_  Como Ricardo dijo que te quedabas a la misa. .
_  Lo que no entiendo es por qué coño os habéis marchado.
_  Pero, si te estábamos esperando en el bar. .
Como la bronca arreciaba yo intenté cortar.
_  Bueno, ya hemos perdido con esta coña bastante tiempo y aquí se ha venido, sobre todo, a visitar Santa María la Real, así que moveos.
_  Yo ya la he visto, informa Alberto.
_  Pero ¿cuando?, preguntamos los demás.
_  Pues cuando os habéis marchado. ¿Que querías que hiciera si me habíais dejado solo?
Con un cabreo sordo nos dirigimos hacia el monasterio mientras oíamos que Alberto nos recomendaba rapidez por que él ya lo había visto y porque sólo nos quedaban 15 minutos antes de que cerraran.
Los orígenes de Santa María la Real están impregnados por aromas de leyenda, según nos explicaron. Según esta, el rey don García de Navarra, en vísperas de la conquista de Calahorra, estaba de caza por las colinas de Nájera y su halcón desapareció entre la maleza persiguiendo a una perdiz.
El rey se adentró por la espesura abriéndose paso con la espada y, ante su sorpresa, descubrió la entrada de una cueva. En el interior de esta descubrió un rústico altar sobre el que descansaba una imagen de la Virgen, delante del cual retozaban amigablemente el halcón y la perdiz. Don García decidió entonces honrar a Nuestra Señora erigiendo el monasterio.
Contigua a la iglesia se encuentra el acceso a la cueva en el que se alberga el Panteón de los Reyes de Navarra, donde reposan los restos de don García y doña Estefanía de Foix, de don Sancho Abarca y doña Urraca -hija del conde Fernán González-, de . . .
La atmósfera de admiración ante el trabajo de los mausoleos y el significado de los personajes se ve interrumpida por la voz del celador: Señores, cerramos.
Salimos a regañadientes prometiéndonos regresar para, esta vez, dedicar al monasterio el tiempo que se merece.
A la salida Alberto nos urge:
_  ¡Pero qué pesados sois! Se nos va a hacer tarde para ir a Santo Domingo de la Calzada.
Llueve a cántaros en Santo Domingo. Esquivando los charcos de la calle empedrada entramos en la Catedral - Alberto esta vez no se aparta del grupo-.
Tratando de no molestar -hay misa- la recorremos y nos sorprende el kikiriki irrespetuoso del gallo que está cautivo, junto a una gallina, en un gallinero con barrotes forjados, situado a media altura en uno de los muros.
Nos dicen que las aves recuerdan el milagro del Santo -cantó la gallina después de asada- y que a los pobres animales los van cambiando cada poco tiempo.
Por unas escaleras se baja a una pequeña cripta donde se encuentra el sepulcro de Santo Domingo. Mientras nos encontramos silenciosos contemplando el mérito de las esculturas, se eleva bruscamente como un sonido de cánticos repetidos mil veces por el efecto de mil ecos formados por la piedra.
El efecto es sobrecogedor, por lo inesperado. Subimos aprisa la escalera para encontrar su origen, pero no es sino que los fieles están cantando, y de qué manera. Todos, a viva voz, y sin libro de himnos.
Miro a mi alrededor y descubro el secreto: ¡La Catedral tiene karaoke! En una pantalla va apareciendo el texto y los fieles lo siguen a todo pulmón. Lástima, la sensación misteriosa que tuvimos en la cripta, como de leyenda de Gustavo Adolfo Becker, se debe a un invento japonés.
Ya en el exterior, nos encaminamos al cercano Parador Nacional, antiguo Hospital de Peregrinos, restaurado magníficamente y conservando todo el sabor intacto de un edificio gótico. Una ronda de tintos y a comer en un pequeño restaurante popular cercano.
La tarde la reservamos para la actividad menos grata del fin de semana: el viaje de regreso, unos a Madrid y Ramón a Barcelona. Que tengamos un buen viaje y hasta otra.
            Me resisto a cerrar el capítulo de La Rioja sin referirme a que Ramón me llama a las diez de la noche del domingo, yo creía que para interesarse por el viaje de vuelta, pero no:
_  Oye, ¿vosotros habéis echado cuentas del dinero del viaje?
-  ¿?
_  Es que creo que he estado pagando todas las cuentas de mi bolsillo. Como la mariconera tiene dos compartimentos me parece que he estado sacando del mío.
_  La verdad, a mi me ha parecido que el viaje no me ha salido excesivamente caro, pero no creo que me lo hayas estado financiando.
_  Pues yo estoy seguro de que, por lo menos, he pagado de mi bolsillo la cuenta de la comida en Santo Domingo.
_  Bueno, consultaré con Alberto y Ricardo . . .

                                                                  --- O O O ---


_  Ramón, que dicen estos que te vayas a la mierda, que te has inflado a hacer compras en todos los sitios, que te has gastado una pasta y que ahora vienes con que te has equivocado, que nos olvides.

NOTA DE CATA:

GRAN RESERVA 904 - Cosecha 1987
Capa muy evolucionada hacia tonos teja, cuerpo todavía
potente, taninos domesticados, aroma intenso, armonioso,
buquet complejo, muy equilibrado, sedoso, muy largo.
Bebido en su 13º año. Calificación: 5/5

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