28 enero 2021

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA (III)

    

    Una vez terminados los trabajos en el estrecho y estando ya en el Atlántico (24 de febrero de 1580) arrumbó a España, decidido a ver al Rey, pero tampoco este viaje, que debería ser de pura rutina para un marino como Sarmiento, le resultó sencillo. Tuvo que batirse y ahuyentar a un corsario francés cerca de las islas de Cabo Verde (mayo).



    Desde dichas islas envió un patache para informar al virrey del Perú sobre sus trabajos en el estrecho de Magallanes y para darle las últimas noticias sobre las actividades de los corsarios, en especial de Drake.
    Al regresar a España (agosto de 1580), se dirigió a Badajoz donde se encontraba Felipe II (septiembre), al que informó de los acontecimientos. Le mostró de forma detallada los descubrimientos realizados y trató de convencerlo para que poblara y fortificara el Estrecho de Magallanes con el fin de cerrar el acceso de piratas a los Mares del Sur, aunque el Rey, ya de antemano, tenía la idea de hacerlo.



    Se nombró una comisión para estudio de la cuestión y después se compulsó la opinión del duque de Alba y del marqués de Santa Cruz; el primero no fue partidario en principio de tal fortificación. 
    Tanto él como el prestigioso General de la Mar, don Cristóbal de Eraso, opinaron que era difícil conseguir que unos fuertes, con el fuego de sus cañones, pudieran impedir el paso de barcos que, seguramente, aprovecharían las fuertes corrientes de marea que se producían en el estrecho para ganar velocidad. Decían que lo verdaderamente eficaz era mantener en el Mar del Sur una fuerza naval de guarda de aquellas aguas.


    La propuesta fue muy debatida y al final el Consejo de Indias la aceptó y decidió poblar y fortificar las márgenes norte y sur del estrecho en su parte más angosta, complementando la acción de los fuertes con la de una barcaza artillada y siempre que se cerrase la canal con una obstrucción con flotadores para mantener una fuerte cadena. 
    Finalmente, el Rey aprobó el proyecto de Sarmiento, que consistía en la construcción de dos fuertes, cada uno de los cuales debería estar armado con cuatro cañones, cuatro culebrinas «y la correspondiente artillería menuda» y guarnecido con 200 hombres. También se añadió al proyecto la construcción de dos atalayas de vigía, muy importantes por ser terreno llano y sin alturas para desde ellas avistar de lejos al posible enemigo.



    Los medios navales con los que contaba Felipe II para atender a su tan vasto imperio eran en realidad muy limitados. Se había hecho una distribución de fuerzas y una de ellas era la que había de tener la guarda de las costas de América meridional, mandada por don Diego Flores Valdés. A esa armada se le dio el encargo de llevar a Sarmiento de Gamboa con todo el material y los hombres que habían de establecerse en el Magallanes y fortificar el estrecho.
    Sarmiento, sin embargo, aspiraba a tener el mando de una armada especialmente preparada para la misión que tenía que llevar a cabo. Pero cuando vio que ello no sería posible, pidió permiso al Rey para retirarse a América, desentendiéndose de la misión. El Rey se lo negó y, eso sí, le nombró gobernador y capitán general de los territorios que había de ocupar, pero no lo sería sino cuando el establecimiento estuviese hecho. Pocas atribuciones tendría en tanto que ello no ocurriese.
    A partir de aquí, como veremos, la aventura de Sarmiento dirigida a fortificar y poblar el estrecho de Magallanes irá de desgracia en catástrofe. No parece sino que el estrecho hubiera sido un ser vivo que no permitiera la presencia de otros en sus dominios, habiendo contado además con la colaboración de ciertos personajes. 



    Pero no adelantemos acontecimientos, así que continúo.
    Se organizó inmediatamente la expedición, se designó a Diego Flores Valdés capitán general de la Armada del estrecho, y a Sarmiento de Gamboa gobernador y capitán general de las poblaciones que se fundaran en el estrecho, con total independencia de Valdés. 
    El nombramiento de Valdés no fue, como hemos dicho, del agrado de Sarmiento y muy pronto salieron a la luz diferencias entre ambos jefes. Entre otros asuntos se discutió la salida, ya que se aproximaba el otoño de 1581 y Sarmiento opinaba que era mala época para iniciar la expedición por los riesgos de grandes temporales.
    La expedición estaba inicialmente compuesta por una armada de 23 naves del Rey y 18 embargadas. Sumaban unas 8.400 toneladas. Las tripulaban 672 hombres de mar y llevaban 1.332 de guerra. También iban 206 hombres pobladores para el Magallanes, 70 de ellos casados (se supone que iban también las esposas y quizá familia o hijos). Completaban la expedición artilleros (para el estrecho), albañiles, herreros y carpinteros...



           Partió de Sanlúcar hacia las costas brasileñas a finales de septiembre de 1581 y los temores de Sarmiento se hicieron realidad, ya que cuando apenas habían sobrepasado Cádiz se encontraron en medio de una gran tormenta que hundió cinco barcos, perecieron ochocientos hombres y los buques restantes tuvieron que regresar a puerto.    
    En Cádiz se reorganizó la armada, se efectuaron reparaciones y se cargaron víveres y pertrechos. 



Sarmiento trabajó con todas sus fuerzas en el aprovisiona- miento de estos y también logró completar el cupo de pobladores (debían ser 300). Durante unos días de enfermedad que padeció Flores Valdés, Sarmiento siguió trabajó sin descanso e hizo mucho, lo que no gustó nada al Capitán General.
    Agarró tal cabreo que ordenó la salida de la flota (diciembre de 1581) cuando aún estaba en tierra Sarmiento y este tuvo que alcanzarla, con alguna dificultad, a bordo de  una balandra... ¡Hay que ver!



                    La expedición hizo un alto de un mes en las islas de Cabo Verde y llegó a Río de Janeiro (*) (marzo de 1582) para invernar, cuando en la dotación ya había 150 bajas por enfermedad. Otros murieron en este puerto a consecuencia de sus males. Faltaban ya «pobladores».

(*) Al que se sorprenda de que la flota de Flores Valdés tocase puertos portugueses (Cabo Verde y Río) en su ruta al estrecho, le aclaro que Felipe II había sido proclamado rey de Portugal año y medio antes.

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