21 enero 2021

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA (II)

    Conviene aquí recordar cuales eran los territorios, cuyo gobierno el nuevo virrey del Perú, Don Francisco de Toledo, tenía encomendado por el rey Felipe II. 



    No se trataba solamente de lo que hoy es la República del Perú, sino de la casi totalidad de América del Sur, ya que sólo quedaban fuera el Brasil del Tratado de Tordesillas y Venezuela, que dependía de la Real Audiencia de Santo Domingo.
    No es de extrañar por tanto que el virrey quisiera conocer sus enormes dominios, habiendo planificado, como ya hemos dicho, un viaje de cinco años de duración con la finalidad de evaluar los recursos económicos y humanos de aquellas tierras. Un gran trabajo para el que el virrey contaría con diversos colaboradores, entre ellos Sarmiento de Gamboa, que se dedicó sobre todo a asuntos militares e históricos. 
  
       


    Fruto de este período fue su Historia de los Incas (1572), escrita a raíz de lo visitado y basada en entrevistas con ancianos indígenas de reconocida autoridad y sabiduría y en conversaciones con españoles supervivientes de los primeros contactos con los indios; es una de las obras mejor documentadas de cuantas se escribieron sobre los Incas y la antigua historia del Perú.
    Y ya estamos otra vez: Unas declaraciones suyas que afectaban a la iglesia no fueron del gusto de la Inquisición, por lo que se vio sometido a un nuevo proceso en el que fue condenado y, más tarde, liberado por las gestiones del virrey.
    Mientras tanto, un nuevo peligro para Felipe II había surgido en los mares. 



    El corsario inglés Francis Drake, tras haber asolado diferentes lugares de las Antillas, se había dirigido al Atlántico sur (1577), cruzó el estrecho de Magallanes (1578), pasó al Pacífico, y atacó las costas del Virreinato del Perú y las naves que navegaban por sus aguas. Pienso yo que Felipe II demostró una gran paciencia al soportar estos y otros ataques por parte de Inglaterra pues tardó diez años (1588) en enviarles la Gran Armada para pararles los pies. Desgraciadamente la operación no tuvo éxito.
    El virrey envió una pequeña armada en persecución de Drake, en la que iba Sarmiento de Gamboa, y que terminó por regresar sin haber encontrado al inglés. 

    
    Y no lo encontró porque Drake tuvo información de la flotilla que iba a salir en su busca y pensó que era más saludable alejarse de la costa que estaba atacando.
    Bordearla hacia el sur, doblar el Cabo de Hornos y pasar al Atlántico para volver a Inglaterra era muy arriesgado, pues la flotilla podría estarle esperando en las proximidades del cabo, así que el corsario prefirió adentrarse en el Pacífico, alejándose del continente americano, bordear África y llegar así a Inglaterra.
    Hoy los ingleses están muy orgullosos por la vuelta al mundo de Drake, pero conviene recordarles los motivos que tuvo Drake para dar la vuelta al mundo.
    Poco después, viendo que era necesario controlar los estrechos del sur, el virrey encargó a Sarmiento que efectuara un reconocimiento de la zona para estudiar el posible asiento de fortificaciones. 


    Sarmiento salió con dos barcos (octubre de1579): El Nuestra Señora de la Esperanza y el San Francisco y llevó a cabo una exploración en la que demostró sus dotes de navegante, cosmógrafo y científico. 
    Tras treinta días de navegación (hay unas 2400 millas ó 4500 km. desde Lima) los barcos llegaron a la zona del Estrecho de Magallanes (*) pero sólo pudo iniciar los trabajos de búsqueda de la entrada oeste el Nuestra Señora de la Esperanza, en que iba Sarmiento, ya que el San Francisco, mandado por Juan de Villalobos, fue devuelto al Pacífico (barrido diría yo) por los duros temporales que se le enfrentaron (enero de 1580) y tuvo que regresar a El Callao.



    Mientras tanto Sarmiento va tanteando las posibles entradas y buscando los canales practicables que, por su dirección, pudieran ser los convenientes para dar con el estrecho en sí. Y para facilitarse esta búsqueda, nuestro protagonista no duda en trepar a lo alto de montañas escarpadas, con piedras afiladas como navajas y cumbres nevadas.
    Deseo llamar la atención del lector sobre la costa oeste de la Patagonia -hoy, chilena- la cual está protegida por una gran cantidad de islas y canales que hacían prácticamente imposible localizar desde el Pacífico la boca de entrada al canal de Magallanes. Pero volvamos al relato:
    “Con la sonda en la mano y el credo en la boca” escribe, enfatizando el peligro en que se hallaban cuando, montados en un bote, iban comprobando la profundidad y las posibilidades de paso de los canales de aquel laberinto de islas, y todo en medio del enorme oleaje que allí se formaba.


    En otro párrafo Sarmiento advierte sobre los bajos y las algas que en ellos había: “Arribamos a popa hasta salir de los baxos, que son muchos y muy peligrosos y lo que es peor las hierbas que se crían entre ellos, que no dejan salir ni romper al batel (bote auxiliar) si acaso acierta á entrar entre algún herbazal...
Viendo por aquí herbazal huyan dél, porque es bajo y no se fíen de no ver reventar la mar en todas partes, porque la misma hierba, aunque sea muy baja, quita á la mar de que no reviente tanto como donde no la hay, y así es peligrosísimo. Abre el ojo».


    El resultado es la elaboración de un «Registro», un derrotero podríamos decir ahora. Así pues, no sólo pasa el estrecho —al que piadosamente quiere dar el nombre de «de la Madre de Dios»—, sino que con sus anotaciones facilita su navegación a los que le hayan de seguir en el empeño y servirá no sólo para embocarle desde el Pacífico sino también para los que hayan de hacer la travesía desde el Atlántico. Todo en escrito reservado (secreto), claro está, para que no sea también facilidad para los enemigos, los corsarios, para impedir el paso de los cuales se quiere fortificar «el Magallanes».
    Así pues, con lo expuesto y mucho más que podría decirse, vemos a Pedro Sarmiento de Gamboa como navegante excepcional entre todos los de su tiempo.



    Navegante de altura y de bajura y con la mayor base científica que puede esperarse en aquella época. Podemos calificarle como muy bueno entre los mejores: quizá el mejor de los que han sido bien estudiados.

 
(*) No pierda de vista el lector que los barcos se hallan en el Pacífico.   

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