05 diciembre 2014

LA FIEBRE DEL ORO (II)




La explotación de placeres auríferos en época romana
    Los romanos, aparte de extraer el oro de los sedimentos de los ríos actuales (placeres auríferos), sabían extraerlo de los sedimentos de ríos ya desaparecidos, correspondientes a épocas geológicas pasadas (placeres auríferos fósiles). A los primeros se les suele llamar en la actualidad placeres de valle y a los segundos placeres de meseta.




    En las proximidades de la localidad leonesa de Castrocontrigo, ya conocida como zona minera romana, la aplicación del LIDAR (evolución del RADAR usando un haz de luz) ha demostrado que la explotación de los romanos fue mucho más intensa de lo que se conocía por la arqueología tradicional, que le había dado poca importancia a estos parajes 

en comparación con otros lugares mineros como Las Médulas. Las modificaciones realizadas en el terreno llegaron a alterarlo de forma extraordinaria, habiéndose descubierto la existencia de una serie de canales que podrían sumar cientos de kilómetros.

    El oro se podía obtener en roca y en sedimentos, pero esta segunda opción era más rentable. En ciertos puntos se puede observar cómo se hicieron las dos cosas, primero se extrajo el oro de los sedimentos y después excavaron las rocas sobre las que se asentaban.



    Un caso extraordinario de explotación romana de placeres fósiles es el paraje de Las Médulas, en la provincia de León. El método más espectacular de explotación que emplearon fue el de “ruina montium”.


    Este método de “derrumbe de los montes” se aplicó sobre mesetas formadas por antiguos sedimentos fluviales (terrazas fluviales) para alcanzar de una sola vez los niveles que poseían más oro, sobre los cuáles se encontraban niveles de bastante espesor pero más pobres en oro, haciendo falta remover grandes cantidades de materiales de aluvión.  Se construía previamente una traída de agua y un embalse.  


    A su vez, en la zona a explotar se construía una red de pozos y galerías sin salida exterior que minaban toda la masa que se quería abatir. Después se soltaba de golpe  el caudal de agua almacenada en el depósito, que se introducía en ese sistema de cavidades y producía un efecto de "golpe de ariete", consiguiendo el derrumbe de todo el conglomerado minado, en forma de una corriente de lodo, que se canalizaba y se hacía pasar a traves de cribas y otros dispositivos, para recuperar las partículas de oro que contenía.


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