Características de la explotación
Las explotaciones se realizaban, por tanto, bien en mina subterránea o en cantera a cielo abierto, siendo el arranque, en ambos casos, con explosivos. El mineral se sacaba de las minas mediante vagonetas sobre raíles tiradas por caballerías. Una vez en el exterior, el mineral era transportado en carros de bueyes, con destino, en los primeros años de la actividad, al puerto de Limpias donde era cargado en “pataches” (barcos de vela de poco calado de hasta 200 Tm.), que eran capaces de llegar hasta puntos como Bilbao o Gijón. Para destinos más largos, fundamentalmente Bélgica, Reino Unido y Alemania, el patache era sustituido en estos puertos intermedios por cargueros más grandes. Desde finales del s. XIX, con la apertura de la estación ferroviaria de Gibaja, el embarque se hizo básicamente por ferrocarril a Santander o Bilbao.
Las minas de Rasines siempre se movieron en el contexto de una empresa familiar, limitada, por tanto, en recursos. Aunque parece que hubo algún intento de venta a grandes empresas, como a la propia Real Compañía Asturiana de Minas de Reocín o a Peñarroya, el mismo no llegó a cuajar, posiblemente porque las concesiones resultaban pequeñas para la capacidad productiva de estas grandes compañías. Sí hay un período en 1894 en que las minas se arriendan a un inglés, un tal McLennan, por un período de diez años, retornando después a sus dueños.
La extensión de las minas se medía en “pertenencias”, que era una unidad de medida para las concesiones mineras. Esta medida ha variado con las distintas leyes, pero en la época equivalía a un cuadrado de una hectárea, es decir, diez mil metros cuadrados. La empresa llegó a tener seis minas más una “demasía”. La demasía era una extensión de terreno que, por sus reducidas dimensiones, menos de cuatro hectáreas, no se prestaba a la división por pertenencias.
Manual de Urbanidad para niños
Barcelona 1913
1. ¿Tiene el joven deberes que cumplir con los criados?
2. ¿Quiénes faltan a la atención que se les debe?- 3. ¿Cómo mandará V. a los criados?- 4. ¿Es licito exigir a los criados aquello que los padres han prohibido?
2. Faltan a la atención que se debe a los criados:
Los que los tratan con dureza como si fuesen poco menos que esclavos; los que les dicen frases de desprecio; los que pretenden que les satisfagan al momento los más ridículos caprichos; los que les riñen a todas horas y nunca se muestran satisfechos de sus servicios; los que les amenazan y dicen palabras injuriosas; los que les mandan por sólo el gusto de mandar; los que pretenden que los criados les adivinen su voluntad y prorrumpen en dicterios cuando no la aciertan. En una palabra, los que se convierten en verdaderos tiranuelos de los criados y, no haciéndose cargo de su ordinaria cortedad o de lo humilde de su condición, abusan de ella y de la superioridad que les da su posición social, para demostrar, con el trato duro y despótico, que no abrigan sentimientos de nobleza y compasión, en orden a guardar a los criados las consideraciones que se les deben.
4. Exigir de los criados aquello que mis padres me tienen prohibido, sería pervertirlos, sobornarlos y ponerlos en ocasión para que, así como por servirme a mí son infieles a la casa, lo sean mañana para condescender con un extraño o con sus propios intereses. Tal infidelidad y perversión nunca debe intentarla un buen hijo, pues una vez rota la valla en este punto surgirían inconvenientes y dificultades que podrían acarrear graves disgustos a la familia.
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