13 diciembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (VII)

Ara,  prehistoriadores  y carburo



A principios del s. XX trabaja en Cantabria una autoridad de primer orden en Prehistoria: se trata del religioso paúl Lorenzo Sierra Rubio, profesor y Rector del colegio de los Paúles de Limpias, que llegó a descubrir 44 cuevas y excavó otras 25, entre ellas la del Valle de Rasines. Con Sierra trabaja otro prehistoriador no menos importante, Hermilio Alcalde del Río que, entre otras,  descubrió la cueva de El Castillo y fue por un tiempo Alcalde de Torrelavega.

Puesto que ambos arqueólogos son autodidactas, Sierra quiere que sus hallazgos sean contrastados con alguna autoridad de prestigio mundial y a este fin se pone en contacto con el centro de prehistoria más famoso de su época: el Instituto de Paleontología Humana de París. Con el patrocinio del Príncipe Alberto I de Mónaco, gran mecenas de las ciencias, llegan a Cantabria, entre otros, dos grandes autoridades: el abate francés Henry Breuil, considerado la mayor autoridad en Prehistoria de su tiempo, y el jesuita alemán Hugo Obermaier, que más tarde sería profesor de Paleontología en la Universidad de Madrid. 

                                                Obermaier, Breuil y Alcalde del Río

A este grupo compuesto por Sierra, Alcalde, Breuil y Obermaier se deberá el descubrimiento de la gran mayoría de las cuevas de nuestra región entre 1903 y 1915: la Cueva del Valle de Rasines (1905-1914); Cueva de la Pasiega (1911-1913); Cueva de El Castillo (1903-1914); Cueva de Hornos de la Peña (1909-1910); Cuevas del Salitre, Cueva de Covalanas y de La Haza (1903), etc.

El P. Sierra ya había descubierto la Cueva del Valle de Rasines en 1905, así como una cueva en Ojébar, de la que hablaremos más adelante, y había enviado algunas de las piezas encontradas en las mismas a su amigo francés Eduard Harlé, que las había publicado en el Boletín Geológico de Francia. Pero ahora se necesitaba más dinero para continuar las excavaciones y, a este fin, Alcalde del Río firma dos convenios en 1906 y 1909 con Alberto I de Mónaco. Por el primero, el príncipe se encargaba de la publicación de las investigaciones del propio Alcalde y del abate Breuil sobre las pinturas y grabados de las cuevas de Covalanas, Castillo y Hornos de la Peña; por el segundo, el famoso mecenas corría con los gastos de la excavación de varias cuevas, entre ellas la del Valle de Rasines y El Castillo. A partir de aquí Sierra y Alcalde se dedicaron a dirigir las excavaciones que cada uno había descubierto, El Valle y El Castillo, supervisados por Breuil y  Obermaier.
              

Cuando en 1905 el P. Sierra está realizando las primeras labores en la recién descubierta Cueva del Valle, un joven estudiante del pueblo, Arturo Lombera, hijo del dueño de las minas,  se ofrece a colaborar con él. Arturo conoce al Padre Sierra porque sus hermanas estudiaban con los Paúles de Limpias. El joven es aceptado y es en ese tiempo y contexto cuando Arturo descubre el ara romana.

Según César, por habérselo oído a su padre, el ara se encontró en un movimiento de tierras que se estaba realizando  en una zona próxima a la mina Constante, en la ladera de la Cueva del Valle, entre Helguera y la cueva. Pero según Fita, que dice citar al P. Sierra, el ara se encontró en el nacimiento del río Silencio, “a unos 15 m. de la boca de la cueva”. 


En nuestra opinión las diferencias no tienen mayor importancia, pues estaríamos hablando de una desviación de unos 300 metros entre uno y otro relato. Pero nos parece más fiable un testimonio directo que otro a través de terceros. En cuanto a quién descubrió el ara, si fueron “unos trabajadores mientras recogían arena”, o bien, el propio Arturo, lo importante no es el autor material sino la persona que primero cayó en la cuenta de la importancia del hallazgo y quién era el propietario de los terrenos en los que se encontró. Lo normal sería que la descubrieran los obreros que hacían el movimiento de tierras, los cuales, a su vez,  avisarían enseguida a los dueños de la mina, salvo que el propio Arturo se hallase en el lugar y se diera cuenta inmediata de la importancia del descubrimiento. De cualquier forma el mérito hay que atribuírselo a Arturo Lombera, quien enseguida lo comunicó al P. Sierra. Este envió la inscripción a la Academia de San Fernando de Madrid,  donde la tradujeron como “a mi esposa Flora”, pensando que era una lápida funeraria. 




Manual de Urbanidad para niños
Barcelona  1913


6. ¿Qué cosas contribuyen a la falta de lim­pieza?- 7. ¿Cómo las evitará V.?- 8. ¿Cuál es el uso prin­cipal del pañuelo?- 9. ¿Qué cosas se han da evitar con él? 


6. Contribuye a la falta de limpieza: el pa­sar la mano por la frente para enjugar el su­dor; limpiar los labios con los dedos después de haber tosido o estornudado; llevarse los dedos a la nariz y al interior de los oídos y, lo que es más repugnante si cabe, rascarse la cabeza con cierta conmoción y violencia.



7. Para no caer en estos defectos, me serviré del pañuelo en todos esos casos, y cuando hubiese de extinguir el prurito de la cabeza, lo haré con suavidad, pasando ligeramente la uña por el sitio en donde sienta la molestia.

8. El uso a que está destinado principal­mente el pañuelo es para acudir a la necesi­dad de sonarse; lo cual haré a la primera ne­cesidad que de ello sienta, pero sin estrépito y guardándome muchísimo de mirarlo des­pués de haberme sonado.




9. Hay que evitar con el pañuelo: el entre­garlo después de su uso; el no valerse siem­pre de la misma cara, y el plegarlo, a mane­ra de servilleta, cuando ya se ha empezado a servirse de él.

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