Fecha Diario de Bitácora: 6 de Junio de 2003
Singladura:
Algeciras - Benalmádena, 50 millas náuticas
Desayuno (tostadas con aceite) y
abluciones profusas en el club. Ya en el barco yo me tomo una biodramina,
cargamos gasoil y llenamos el depósito de agua dulce (llevamos a bordo bidones
de agua de mesa pero hay que atender al uso del fregadero y la ducha. Ah, y
disponer de agua potable por si las moscas.
Finalmente zarpamos a las 11 de la mañana.
El motor, a un tercio de carga, nos mueve con facilidad a 5 nudos y nos dirigimos hacia el peñón de
Gibraltar bordeándolo a un par de millas de distancia. Yo estoy en la rueda del
timón y miro con curiosidad las antiguas fortificaciones de la roca. En la cima
se divisa un enorme cañón de costa.
JR ha desaparecido en el camarote del barco. De repente sale a la cubierta trayendo un megáfono de bocina, como aquel que usaba el capitán Haddock para insultar a sus enemigos: ¡cafres, ornitorrincos, bachibuzuks, marineros de agua dulce! Pero en este caso oigo asombrado que vocifera: ¡Hijos de puta, Gibraltar español!
Por unos instantes he tenido la sensación
de que el cañón de costa se estaba moviendo dirigiéndose al barco. No sé, serán
figuraciones mías.
Una vez dentro del Mar de Alborán seguimos
rumbo a Benalmádena, pacientemente mantenido por el piloto automático. Hay algo
de neblina y los de la torre de control de Algeciras nos habían aconsejado
estar atentos al tráfico de cargueros que se aproximan al estrecho. Nos
cruzamos con varios, pero a medida que nos vamos alejando de Gibraltar hacia el
nordeste la carretera se va despejando. Yo leo y JR está preparando la comida:
ensalada de tomate y atún y un plato de raviolis. Después hace café y se remata
la comida con un chupito de orujo. Aunque me encuentro bien, me tomo otra
biodramina y me echo una siestecilla en el camarote de proa, que es el mío.
A las 4 salta un vientecillo que nos permite izar las velas, pero seguimos con el motor en marcha. No estamos haciendo un crucero sino transportando el barco a su destino, así que debemos mantener una velocidad suficiente sin pararse a pensar que sería más apacible navegar sin motor. Ya tendremos la oportunidad de navegar a vela cuando el barco se encuentre en Castellón.
A las 5 tenemos Marbella a nuestro través,
aunque no podemos ver la costa porque estamos a unas 10 millas y hay algo de
neblina. ¡Pero lo que sí vemos es una manada de
delfines! Cruzan por delante de nosotros y, a ratos, nos acompañan por
la proa. Son impresionantes, de color gris metálico, parecen torpedos que se
mueven arriba y abajo de la superficie. Salto a proa para saludarlos y al rato
se van rumbo a tierra.
La costa se va acercando. El GPS indica
que estamos a 5 millas del puerto deportivo de Benalmádena. Poco a poco se van
identificando las balizas roja y verde que señalan la bocana y a las 9:30 de
la tarde entramos en el puerto. Nos amarramos y conectamos el cable de 220
voltios al enchufe del pantalán. Esto nos permite cargar las baterías y
poner en marcha la nevera. Mañana tendremos bebida fresca e incluso hielitos,
todo un lujo. Ahora vienen las formalidades: documentación del barco,
procedencia, destino, número de personas a bordo. Ah, también hay que pagar el
atraque: 17 euros.
Aseados y guapos, damos un paseo por el puerto antes de ir a cenar. En el pantalán contiguo al club náutico hay amarrado un barco de recreo gigantesco, quizá 40 metros de eslora, varios puentes, de color gris metalizado. Vamos, como el crucero de "Vacaciones en el Mar", pero en pequeño. Seguro que se propulsa con una turbina de gas y que tiene un "pequeño" motor diesel de 500 caballos para las maniobras en puerto. En el muelle hay aparcado un Land Rover de la Guardia Civil.
- Están ustedes vigilando el barco, ¿no?,-
les pregunto.
- ¿Por qué lo dice?
- Porque yo sospecharía de la honradez del propietario de
un barco así y trataría de que no se me escapase de noche.
Ellos se ríen y me dicen que el
propietario no es un delincuente internacional. Es el dueño de Galavisión.
Al
alejarme yo sigo convencido de que ahí hay algo raro y de que los millonarios
normales no hacen, al menos eso creo, semejantes exhibiciones de dinero.
Cerquita, al fondo de una dársena, se halla
"La Taberna del Puerto". Cenamos estupendamente, al lado del agua, a base de fritura
malagueña y de rosada en adobo. La jornada se cierra con el chupito de orujo a
bordo y nos vamos a dormir. Y sueño, sueño hoy, 16 de agosto de 2013, con que el puerto nuevo de Laredo se ha poblado de barcos y de tiendas glamurosas y de restaurantes al borde del agua y de chiringuitos y de gente amante de la mar. Igualito que el puerto Marina de Benalmádena. Amén.
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