5. Carrión de los Condes -
León
Al día siguiente otra vez la lluvia, así que
nuestro plan de repetir el recorrido del día anterior pero a la luz del día no
parecía una buena idea.
Sin embargo, antes de abandonar Carrión quisimos dar una última vuelta, aunque fuera en coche. A la salida de la ciudad, dijimos mentalmente adiós al monasterio
de San Zoilo y nos adentramos de nuevo en la N-120, coche y limpiaparabrisas a velocidad
intermedia.
Después de cuarenta kilómetros, todavía por
tierras palentinas, pasando por pueblos ligados al Camino como Calzadilla,
Ledigos y Terradillo de los Templarios, llegamos a Sahagún,
en otro tiempo
feudo de la poderosa Abadía de Cluny. Y hoy... Bueno, de Sahagún se me ocurre
decir lo de Gila, cuando hablaba de su viaje a Grecia: Como estar, está. Pero, ¡hay que ver cómo está...!
De hecho, en las guías de Sahagún se mencionan muchos más
monumentos desaparecidos que los que se conservan de pie. Hasta el monasterio de San
Facundo, que dio nombre a la ciudad, ha sido borrado del paisaje.
Pero, vaya, algo queda aún y, de hecho, una
antigua iglesia (la de La Trinidad) contigua a donde aparcamos el coche, y por tanto la primera en ser visitada, resultó ser una alberguería de peregrinos y sala de exposiciones. Nos
gustó su rehabilitación.
Y aún se conservan algunos curiosos monumentos como San
Tirso y San Lorenzo, de los siglos XII y XIII respectivamente, mostrando un
curioso estilo románico ladrillesco, obra quizá de mozárabes y de alarifes musulmanes llegados con éstos.
Ah, y muchas y venerables ruinas que, junto con
el mal tiempo que no nos abandonaba, acabaron por desmoralizarnos, así que nos reconfortamos en un
bar sin carácter y salimos de la ciudad un tanto decepcionados.
A
partir de Sahagún comienza la autovía, pero como queríamos ceñirnos lo más
posible al Camino, a cuatro kilómetros, en Calzada del Coto, nos salimos en
busca de Bercianos del Real Camino, Burgo Ranero y Mansilla de las Mulas, aunque la cosa no fue fácil porque aquellas carreteras secundarias estaban llenas de baches, con falta de
indicadores de dirección y ausencia de cristianos en las proximidades a quienes poder preguntar. Tardamos más de
una hora en hacer poco más de cuarenta kilómetros, pero llegamos a Mansilla a tiempo para comer,
aunque antes paseamos un poco por la parte vieja, ya que habíamos dejado el coche al lado de la puerta de acceso a la ciudad, en la muralla. Al
final del recorrido pudimos admirar el magnífico puente sobre el Esla y,
retrocediendo cien metros, llegamos al
BAR
RESTAURANTE CASA MARCELO
MANSILLA
DE LAS MULAS
LEÓN -
ESPAÑA
Restaurante de pueblo donde los haya, nos
sirvieron una curiosa cecina de cabrito, que en lugar de ser un aperitivo como
pensábamos, resultó ser un plato de resistencia, con su chorizo, también de
cabrito, y sus grelos. Todo ello humeante, recién sacado de la olla.
No lo pudimos terminar y, desde luego, fue un
descubrimiento, sobre todo para mí. La cuenta fue notable: una cecina, una menestra y un menú, café y chupito, 3025 pesetas. Como decían las reseñas gastronómicas de mi amigo Linares en El Diario Montañés, la relación calidad/precio, excelente.
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