La costumbre a la que vamos a referirnos más abajo, "documentada hasta el siglo XVII, tiene su origen en caso de la Papisa Juana, una mujer cuyo papado está envuelto en leyenda pero que, presuntamente, después de llevar dos años de pontificado en el siglo IX sin que se descubriera el pastel, dio a luz un niño en un trayecto entre San Pedro y San Juan de Letrán."
Y continúo con el artículo de Núñez:
"Que las mujeres, a su manera condicionada, han mandado en las cosas de la Iglesia (como en los tronos mundanos) es algo que cualquier aficionado a la historia, por encima de los prejuicios adanistas de nuestro siglo XXI, sabe.
En el Museo Vaticano se conserva un objeto de lo más curioso a este respecto: la "sedia stercoraria", una silla con un buen agujero en el centro donde debían sentarse los papas electos. Un cardenal se encargaba de palpar por debajo del orificio y, una vez comprobada la masculinidad del pontífice, gritar:
"Duos habet et bene pendentes"
(tiene dos y cuelgan bien)"
Como puede verse, la Iglesia tomó todas las medidas necesarias para que no pudiera volver a producirse otro caso de travestismo.
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