03 octubre 2014

De Roncesvalles a Santiago (IX)

Mayo - Junio 1999

6. León - Villafranca del Bierzo

Ha pasado un mes desde nuestra última salida y ya estamos de nuevo en León dispuestos a proseguir desde esta ciudad la última etapa del Camino de Santiago. El sol nos acompaña esta vez aunque, prudentemente, llevamos por si acaso la gabardina y el paraguas, pero también ropa de verano.


 Pensábamos en un principio comenzar esta última etapa desde León, saliendo por la N-120, cómo no, pasando por Trobajo y visitando el Santuario de la Virgen del Camino pero, al estudiar con más detenimiento las guías del Camino  de Santiago vimos que la primitiva ermita del siglo XVI ha desaparecido, dando paso a una moderna construcción, así que decidimos salir un poco más al oeste, hasta Hospital de Órbigo,

para visitar el famoso puente, el del “paso honroso”, donde Don Suero de Quiñones llevó a cabo en 1434 la gamberrada de cortar el paso del puente durante un mes, retando a combate a todos los caballeros que pretendían llegar a Santiago, y esto, a causa de unos amores no correspondidos, de lo cual maldita la culpa que tenían los trescientos pobres caballeros que fueron derrotados por Don Suero y sus amigotes.

Claro, que en aquella época esto era un acto heroico y dentro de las más estrictas leyes de la caballería. Hoy esta hazaña habría sido imposible pues se habría avisado a la Guardia Civil y esta habría despejado el puente, reestablecido el paso y detenido a Don Suero y los suyos. 
Bromas aparte, el puente sobre el Órbigo es impresionante, de una longitud desmesurada para el cauce aparente del río. Por cierto, que el río, más que tal, parece una alfombra de flores blancas, de ésas que se hacen en algunos pueblos en las grandes solemnidades.

No sé a qué se debe este curioso y bucólico fenómeno, aunque me temo que su causa pueda ser de índole prosaica y antiecológica, como la presencia de fosfatos u otros contaminantes que, no obstante, son un excelente nutriente para las plantas. Allez vous savoir.
Reemprendimos el camino y rodeamos Astorga sin entrar en la ciudad. Desde la autovía, a lo lejos, se distinguían las dos torres gemelas de la catedral.

De Astorga digo lo mismo que de Burgos: la conocemos, pero no bajo el punto de vista de la ruta jacobea. A la primera oportunidad incluiré unas líneas en esta memoria.
Nos habría gustado ceñirnos al Camino más clásico, por Rabanal del Camino y Foncebadón

-aún me escuece no haber visitado la cruz de ferro-, pero nuestras guías y mapas aconsejaban, si se va en coche, subir Manzanal y seguir por Bembibre hasta Ponferrada, que también me apetecía desde que leí “El Señor de Bembibre”.


Pero Bembibre no nos dijo nada, no reconocí en ella los lugares y paisajes que la novela sugiere. Con la esperanza de descubrir algún rincón interesante fuimos recorriendo la villa hasta que nos encontramos en la salida, así que seguimos hasta Ponferrada,

a donde llegamos hacia la una y media de la tarde, aparcando en una placita a la espalda del Instituto de Enseñanza Media, o como este centro se llame durante esta semana.

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