21 febrero 2014

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (y XVII)

Fin de la minería de los Lombera

No hay una fecha tajante para el final de la minería de la familia Lombera, que debió de producirse entre mediados de los años cincuenta y principios de los sesenta del s. XX. El suyo debió ser un lento languidecer, a medida que se agotaban los recursos mineros tradicionales y tampoco resultaban viables los proyectos de explotación de productos secundarios con menos valor de mercado. Arsenio Lombera realizó prospecciones en busca de nuevos yacimientos, por ejemplo, en el Pico del Carlista, pero no tuvo éxito.

En resumen, como causas del fin de la minería de Rasines, después de un siglo de explotación, podríamos señalar las siguientes:



1º.- El mineral existente en nuestro pueblo no forma filones o capas continuas y bien definidas, sino que se presenta diseminado en relación con fracturas de la roca y zonas brechificadas, o bien en pequeñas concentraciones de origen kárstico, lo que hace muy difícil realizar una explotación racional.

2º.- Existe gran cantidad de agua en el subsuelo de la zona de Helguera, con la consiguiente inundación de las labores mineras subterráneas, tal como ya puso de relieve el informe de Peñarroya España realizado a instancias de Arsenio Lombera.

3º.- Falta de inversiones en labores preparatorias y, especialmente, en una planta de concentración de minerales adecuada (limitaciones de la empresa familiar).

4º.- Imposibilidad de competir en cantidad y costes con la Real Compañía Asturiana de Minas que lidera y prácticamente monopoliza el mercado e industria del zinc en esa época, desde su gigantesca y riquísima mina de Reocín.



Como testimonio de una época ya pasada, nos quedan los restos de la minería que recientemente han vuelto a salir a la luz, aunque es mucho, todavía, lo que de las mismas queda por descubrir.

A simple vista o rebuscando un poco, podemos apreciar los vestigios de las antiguas labores. Tres galerías de mina: una, en la misma cantera de Helguera, en la cota baja frente al primer horno; otra, la de la mina Constante; y una tercera al nivel de la casilla que se observa entre ésta y La Cueva.  Dos hornos, uno para calcinación de mineral y fabricación de cal viva; y otro para  tostado de dolomía. Dos o tres canteras, además de la Constancia, en la zona de Helguera y otras tantas por encima de Los Mártires; y aún alguna otra oculta por los matorrales en el camino de La Cueva. 



Varios cargaderos de mineral: en la zona citada de la casilla de ganado,  en la ladera de La Cueva; en la zona de Helguera, en el contrafuerte de piedra bajo el primer horno; en la “Revuelta Volao”, camino de Gibaja; dos más en la carretera que sube al “Sutu”.  Un depósito de agua que, a pesar de lo que dice el panel informativo, no parece corresponder a un lavadero de mineral. Sabemos que había varios lavaderos, pero desconocemos dónde. Parece que el principal se hallaba por debajo del citado depósito de agua, junto al camino de La Cueva. De hecho los autores de este artículo recuerdan que hasta hace unos 20 años se podían distinguir perfectamente depósitos de estériles de lavado de mineral, próximos a la zona de Helguera conocida por “Zorrovalle”.

Siguiendo con nuestro inventario, podemos citar las construcciones cerca de los hornos, seguramente como almacén de herramientas, explosivos, utillaje,  etc.  Caminos de comunicación entre minas, visibles en El Sutu, encima de Los Mártires. Sabemos, también, que se excavó un pozo para desaguar la mina Constancia pero se desconoce su ubicación exacta.



Sería conveniente continuar con la labor de limpieza y desbroce de la zona, así como hacer excavaciones a la búsqueda de más vestigios. Tal vez, incluso, se podrían descubrir restos que confirmasen la supuesta actividad minera romana de la zona. Lamentablemente los terrenos de la cantera han estado convertidos estos últimos años en vertedero de basuras, que probablemente habrán ocultado alguna de las bocaminas.

Esperemos que algún día todos estos testimonios salgan a la luz y podamos conocer, íntegramente, la historia de la minería de Rasines.


Rasines, Octubre de 2002. 
                         
José Ignacio Manteca,  Dr. en Geología, Profesor Universitario.

Ramón Luis Manteca, Ldo. en Psicología y en CC. Información.

Florencio, Bloggero.



Manual de Urbanidad para niños
Barcelona 1913


8. ¿Qué defectos hay que evitar al beber?
9. ¿Qué acciones han de evitarse en la mesa?


8. Es sumamente repugnante beber cuando la boca está aun ocupada por la comida; to­mar el vaso o copa con la mano izquierda o con ambas manos; mirar a todos lados mien­tras se bebe; fijar la mirada en alguna perso­na por encima del vaso; meter el borde del mismo muy dentro de la boca; beber a sorbetones; beber mientras está haciendo lo mismo el de mi lado. 

Todas estas son faltas muy no­tables; pero el colmo de la grosería lo come­ten aquellos que, al terminar de beber, abren la boca para recobrar el aliento, y pronun­ciando un repugnante ja! como en señal de satisfacción, regalan a los de su lado un alien­to impregnado en vino o en los vapores que suben del estómago.

9. Mirar la fuente que viene y si es de nuestro gusto ponerse alegre y mirar a los comen­sales frotándose las manos en señal de satis­facción; o al revés, si no nos gusta, volver la cabeza, murmurar y dar señales de disgusto es una prueba manifiesta de incivilidad. 



Lo mismo puede decirse de los que toman mu­cho pan, o lo cortan a lo largo, o bien para cortarlo lo aguantan sobre la mesa y lo par­ten con el cuchillo vuelto hacia abajo con pe­ligro de estropear los manteles; o bien aque­llos que desde el principio de la mesa se pro­veen con una porción de pedacitos pequeños que colocan en montón junto al plato. Tocar la comida, el almíbar o las salsas con los de­dos, roer o chupar los huesos, tomar con la mano el pan mojado en las salsas, es propio de gente inculta y pone las servilletas a la miseria; limpiar los labios o el cubierto con una miga de pan y dejarla después pringada a la vista, lamer o chuparse los dedos o lim­piarlos en el mantel es el colmo del desaseo. 



La miga con que tal vez haya de limpiarse el cubierto, pero nunca los labios, ha de dejarse en el plato con los residuos de la comida. Oler los platos o las fuentes es de lo más in­civil y grosero que puede darse.

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