29 noviembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (V)

Los romanos en Rasines


La creencia de que los romanos estuvieron en Rasines se basa tanto en el razonamiento como en el hallazgo de evidencias arqueológicas, aunque estas últimas son muy escasas.

Rasines es paso natural entre la meseta y la costa. La ruta Burgos-Laredo, a través de Los Tornos, era Camino Real, siendo obligado el paso por Rasines. Por aquí discurrían en la Edad Media y el Renacimiento los comerciantes de lanas de Castilla camino del puerto de Laredo para luego dirigirse a Flandes. La misma ruta utilizada por Isabel la Católica cuando acompañó a su hija Juana hasta Laredo en 1496, donde ésta embarcó con rumbo a los Países Bajos para casarse con Felipe El Hermoso. El mismo viaje que en sentido inverso realizaría el joven Carlos V años después en su venida a España, por no hablar del último viaje del Emperador en su retiro hacia Yuste, que hoy se ha convertido en atracción turística.

                              


Es quizá por esta condición de Rasines, de estar dentro de una de las rutas del comercio de las lanas de Castilla, que su población a fines de la Edad Media era superior a los mil habitantes, según se constata en la información realizada para la reparación del camino real Burgos-Laredo.

Ya en la Edad Moderna, las gentes de Rasines  aparecen dedicadas al transporte, concretamente a la conducción de carros de trigo de Castilla, merced a la posición privilegiada que ocupan a lo largo de esta ruta.


Durante las Guerras Cántabras parece que el campamento base de Augusto para someter a las tribus del norte de España estaba situado en el norte de Burgos; por tanto es de suponer que sus tropas utilizaran el paso natural del puerto de Los Tornos para abrirse camino hacia la costa, pasando por Rasines. Pero, como se ha dicho, los romanos estaban muy interesados en la explotación de minerales, sobre todo de hierro. Si pasaron por Rasines no dejarían de advertir las claras evidencias de la existencia de este mineral en zonas como la de Helguera, debido al característico tono rojizo de sus tierras, o los indicadores de la existencia de plomo, señuelo de la plata.  Los ejércitos romanos incorporaban en sus filas no sólo a militares sino, también, a un buen número de funcionarios, ingenieros y técnicos que evaluaban las riquezas naturales de las zonas por donde pasaban. De hecho, al terminar las Guerras Cántabras, los romanos se dedicaron sistemáticamente a explotar los recursos minerales de los pueblos sometidos, astures, galaicos y cántabros. Como veremos después, en la inmensa mayoría de los casos de explotaciones mineras modernas de minerales tradicionales, éstas se han realizado recuperando las antiguas explotaciones romanas.



Por tanto es más que probable que la moderna minería de Rasines se haya asentado sobre los terrenos ya trabajados por los romanos. Esta era, al menos, la creencia general en la época de la minería de Rasines. Así su propio fundador, Juan Lombera Gil de la Torre Hierro, en una carta de 1872 dirigida a la empresa inglesa Silvan & Co. escribe: “La antigüedad de estas minas (de Rasines) es idéntica a la de su misma clase que explota la Compañía Asturiana en Reocín, explotaciones romanas que en aquellos tiempos extraían la plata de los plomos argentíferos que abundaban, por no conocerse entonces los sulfatos y carbonatos de zinc (es decir, blenda y calamina). En aquellas épocas y otras anteriores, las explotaciones se hacían lenta y en forma irregular y diferente, sin penetrar apenas las entrañas de la tierra. La superficialidad de los terrenos mineralizados en zinc estaba en aquellos tiempos como sembrados de minerales y se prueba que en las casas antiguas del barrio de las minas (Helguera) se han encontrado y se ve gran cantidad de calamina con que armaban las paredes”. En las minas de Reocín, descubiertas en 1853, se encontraron, en efecto, herramientas de trabajo y monedas de la época imperial romana.

El propio nombre de Helguera no es casualidad. Como es bien sabido, durante la Edad Media el castellano cambia la “f” por “h”, de forma que antiguamente se decía Felguera. Una felguera es un lugar donde hay hierro o fundición de metal, así que este topónimo indicaría el primitivo origen minero de la zona, como ocurre con otros pueblos españoles con esta denominación.

Pero, además de la lógica, también disponemos  de algunos testimonios arqueológicos que probarían la existencia de romanos en Rasines. 

Tenemos un “ara romana” del s. III d.C.;  restos de cerámica de “terra sigillata” hispánica, datados en el s. IV d.C; y  un basamento de planta cuadrada que parece corresponder a un torreón que se habría reutilizado ya desde época romana. Estos dos últimos elementos fueron encontrados en excavaciones de 1990 realizadas cerca de la iglesia de San Andrés, en un montículo situado en el prado de “El Jaral” 
en La Riva (*).

(*) En estos restos está basada la acción de la novela "La Torre de La Riva" escrita por el autor de este blog y disponible en versión e-book en KINDLE. 

22 noviembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (IV)

La minería romana (cont.)

Plinio nos habla, también, de las características de los depósitos de agua que servían para derribar el monte: “Junto a las cabeceras de los declives (se refiere a los frentes de explotación), en las crestas de los montes, se excavan unos depósitos de doscientos pies por ambos lados y unos diez de profundidad (unos 60 x 60 x 3 m.). En ellos se dejan cinco canales de desagüe de unos tres por tres pies de sección (unos 0, 90 m2) de forma que, una vez abiertas las bocas de salida, con el depósito lleno, se precipite hacia afuera  un torrente de tanta fuerza que haga rodar las rocas...” 



Este método de la ruina de los montes fue el empleado en la zona más emblemática que tenemos en España en cuanto a explotaciones  de oro romanas: las célebres Médulas, al noroeste de la provincia de León, en la comarca del Bierzo.

Las Médulas, hoy Patrimonio de la Humanidad, fue una gigantesca mina de oro, parece que la más rica del imperio,  que fue explotada por los romanos durante más de doscientos años,  en la que dejaron un paisaje dantesco como resultado de su intervención: altas agujas de tierra roja que suben verticales, junto a profundas cuevas y precipicios. Aunque los expertos historiadores no se ponen de acuerdo en las cifras, parece que en Las Médulas se pudieron llegar a remover del orden de 300 millones de m3 de tierra, lo cual, con una estimación de entre 0,6 y 3 gramos de oro por m3 removido en las zonas más ricas, nos daría una cifra próxima a un millón de kilos de oro extraídos. 



La explotación de Las Médulas se habría llevado a cabo desde principios del s. I hasta el primer tercio del s.III d.C., dos siglos en los que el Imperio Romano adoptó el patrón oro  para sus monedas. En las minas habrían trabajado entre 5.000 y 8.000 hombres, repartidos entre esclavos, personal romano de administración e intendencia, y el ejército.

El ejército romano tuvo un papel destacado en las explotaciones mineras, no sólo en el control y disciplina de los trabajadores sino en la realización de las obras de ingeniería necesarias para la construcción de túneles, canales, acueductos, etc. En la zona de Las Médulas había un destacamento de la Legio VII Gemina, estacionada en León desde el último tercio del siglo I d.C. No es un ejército de ocupación, pues la región ya está pacificada a esas alturas, sino un ejército permanente que, además de tareas administrativas y de vigilancia, realiza un importante papel  técnico en la minería.

                                                           Collar de esclavo

En cuanto a los trabajadores de Las Médulas, en general debieron ser esclavos o sin trabajo remunerado, pues en las excavaciones de los poblados no se han encontrado monedas, ni otras formas de intercambio, como ánforas de vino, etc., pero sí debieron tener una cierta libertad, pues se han hallado armas y ganadería. Por hallazgos  arqueológicos, sabemos que su dieta básica era cereal, mijo y habas.

En otras zonas mineras romanas sí se retribuía el trabajo, seguramente si se trataba de personas libres. Nos ha llegado un curioso contrato de trabajo de una explotación aurífera romana, que data de la segunda mitad del s. II d.C., que dice así:  

Foto: Sala de la mina romana de "La Condenada" en Osa de la Vega (Cuenca)

“En el consulado de Macrino y Celso (164 d.C.), trece días antes de las calendas (primer día del mes) de junio. Lo escribí yo, Flavio Secundino, a petición de Memio, hijo de Asclepio, porque éste no sabe escribir. Dice haber alquilado sus jornadas de trabajo (operae) a Aurelio Adjutor para una explotación aurífera, desde el día de la fecha hasta los próximos idus (día trece) de noviembre, en 70 denarios y la comida. Deberá recibir el salario fraccionado en varios plazos. Deberá realizar jornadas de trabajo completas, sin deducciones por enfermedad, a favor del contratista antes mencionado. Si contra la voluntad del contratista interrumpe su trabajo o abandona la explotación, se le descontarán del salario cinco sestercios por cada día”. 

15 noviembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (III)

La  minería romana

Como veremos más adelante, hay indicios razonables de que los romanos estuvieron en Rasines y, tal vez, explotando su minería de hierro y plata. Por eso merece la pena detenerse en la forma y sistema de explotación minera que tenía aquel pueblo.


En muchas zonas de Cantabria hay testimonios de que sus recursos mineros ya fueron explotados por los romanos, por ejemplo en Reocín y Peña Cabarga. Los romanos estaban interesados en el hierro  y en el plomo, en este último, sobre todo, por el contenido en plata (Ag) que lleva aparejado. Los romanos no conocían el zinc ni, por supuesto, su metalurgia y por tanto no estaban interesados en sus derivados (blenda (SZn) y calamina (CO3Zn). Pero sí conocían la frecuente asociación entre estos minerales y los de plomo, de modo que para ellos blenda y calamina eran simplemente guías para encontrar plomo o plata.

Durante la dominación romana se hicieron reconocimientos continuos y sistemáticos para la búsqueda de minerales, hasta el punto de que la gran mayoría de los   asentamientos romanos estuvieron ligados a la presencia de yacimientos. Los llamativos óxidos de hierro en las “diaclasas” (fracturas de las rocas), así como el característico aspecto ocráceo o corroído de la rocas carbonatadas (calizas y dolomías) cuando éstas contienen elementos metálicos, fueron los principales indicadores de que, supuestamente, se valieron los prospectores romanos para encontrar yacimientos en nuestra región.



Las explotaciones mineras romanas se realizaban tanto en cantera como en mina, ya que conocían perfectamente la técnica para abrir pozos y galerías subterráneas. Naturalmente, en ausencia de explosivos que sólo se descubrirían muchos siglos más tarde, la minería romana precisaba de enormes contingentes de mano de obra, normalmente esclavos de los pueblos conquistados. En función de las características del terreno y concentración del mineral a extraer, sus métodos de explotación podían ser tremendamente agresivos para el entorno natural. Mención especial merece, en este sentido, el método que ellos mismos llamaban “ruina montium” (la ruina de los montes), utilizado para la extracción del oro.


En la extracción de oro los romanos utilizaban tres métodos. Si el filón estaba perfectamente localizado, utilizaban el método de bateo o cernido del material aurífero, en el caso de ríos portadores de pepitas de oro; o bien empleaban la minería subterránea si el filón se localizaba bajo tierra. Pero en el caso de tierras auríferas más pobres y con el mineral no localizado en un punto sino disperso a lo largo de una gran extensión,  entonces era necesario remover enormes cantidades de terreno para deshacer y arrastrar el conglomerado aurífero, lo cual se conseguía con la ayuda del agua. Era el método conocido como “ruina montium” o “arrugia”.


La técnica consistía en excavar una serie de túneles y pozos que taladraban el terreno a abatir, para luego hacer discurrir por los mismos agua a presión que no sólo erosionaba y arrastraba el sedimento sino que comprimía el aire en los extremos cerrados de las galerías, actuando a modo de un explosivo que provocaba el derrumbe de la montaña. El agua que penetraba en las galerías provenía de grandes embalses construidos al efecto, con agua transportada a veces a grandes distancias mediante canales labrados en la roca que tenían un 0,5 % de desnivel y una anchura de entre 90 y 150 cm. Para la medición y nivelación de estos canales utilizaban un curioso ingenio llamado  “chorobates”, una especie de regla con patas que incorporaba una plomada.  La masa de lodo y tierra abatida, como consecuencia del derrumbe del  monte, se hacía circular a través de una serie de canales de madera en cuyo fondo se colocaba brezo donde quedaban atrapadas las pepitas  de oro. Naturalmente esta técnica sólo era factible cuando la roca mineralizada era un material poco consolidado, caso de conglomerados y arenas.

El historiador romano, Plinio el Viejo (23-79 d.C.), nos relata cómo se realizaba la “ruina montium” o arrugia, labor que, según él, era un trabajo propio de los Gigantes de la mitología:
                                       

 Las montañas son minadas a lo largo de una gran extensión mediante galerías hechas a la luz de lámparas, cuya duración permite medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. Este tipo de explotación se denomina “arrugiae”. De improviso se producen grietas y hacen perecer a los trabajadores, de tal forma que parece menos arriesgado ir a buscar perlas y conchas de púrpura al fondo del mar: ¡Tan peligrosa hemos hecho  la tierra! Por ello se dejan numerosas bóvedas de piedra para sostener las montañas. En estos trabajos se encuentran a menudo rocas duras a las que se hace estallar a base de fuego y vinagre, pero a menudo las galerías se llenan de vapor y humo. Se destruyen estas rocas golpeándolas a golpes de martillos que pesan 150 libras (unos 50 kg.) y los fragmentos son retirados a las espaldas de hombres (...) Acabado el trabajo de preparación, se derriban los apeos de las bóvedas desde los más alejados. Se anuncia el derrumbe y el vigía colocado en la cima de la montaña es el único que se da cuenta de él. En consecuencia da órdenes con gritos y con gestos para poner en aviso a la mano de obra y, a la vez, él mismo baja volando. La montaña se derrumba por sí misma a lo lejos, con un estruendo que no puede ser imaginado por la mente humana, así como con un desplazamiento increíble de aire.”

08 noviembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (II)

La geología del valle de Rasines


Durante casi toda la era Secundaria, desde finales del Triásico hasta finales del Cretácico (entre menos 200 y menos 65 millones de años), la mayor parte de la región  cantábrica, incluido Rasines, era mar. Una cuenca marina, donde se acumulaban los sedimentos que procedían del Macizo Hespérico, lo que ahora es la meseta Ibérica. Con la orogenia alpina, ya en la era Terciaria, toda la cuenca se plegó y emergió, formándose la cordillera cantábrica. Debido a este origen marino, las rocas que aparecen en nuestra comarca, incluso en las montañas más altas, como en el Pico de Las Nieves, contienen fósiles de moluscos y otros organismos  marinos, como los corales.

Una vez emergida la cordillera, se produjeron grandes fracturas o fallas, debido a la distensión por el asentamiento de la misma. Luego,  los agentes erosivos como agua, hielo y viento, comenzaron a modelar el relieve recién formado hasta que se llegó, tras millones de años de incesante labor  de erosión, transporte y sedimentación, a conformar  el territorio tal como lo conocemos en la actualidad, con sus sierras, montes, gargantas  y valles. Las grandes fracturas antes mencionadas guiaron en gran parte la acción erosiva, tanto de los ríos como de las correspondientes corrientes subterráneas. El  tipo de rocas y su diferente resistencia a la erosión también han influido muy notablemente en la formas del relieve.


El valle de Rasines, con su extensa mies, es el resultado de la erosión a favor de una gran fractura que discurre en dirección casi Norte-Sur, desde Ramales hasta Laredo, así como de la presencia en el subsuelo de gran parte del valle de unas rocas muy blandas, concretamente arcillas rojas y yesos del Triásico, de mínima resistencia a la erosión. Los que hayan vivido su infancia en Rasines  recordarán, al respecto,  la arcilla roja que se recogía junto a la torre de la iglesia de San Andrés, con la que se fabricaban unas estupendas canicas.  Pues bien, esas son las arcillas del Triásico, material por cierto bastante nefasto para  la construcción, ya que su carácter plástico y expansivo puede provocar la inestabilidad de las cimentaciones, como ocurrió con toda probabilidad con la torre de la citada iglesia, a la que causó su hundimiento.



El valle rectilíneo del río Ruahermosa está excavado a lo largo de una falla de dirección NW-SE, y es rigurosamente paralelo al valle del río Carranza, que sigue también una falla del mismo rumbo. El Valle del río Asón, por su parte,  discurre en su tramo alto, desde Asón a Arredondo, de Sur a Norte, es decir, siguiendo la máxima pendiente de bajada hacia el mar, pero en Arredondo conecta con una gran fractura que va en sentido casi Este-Oeste, que ha determinado que el río haga un quiebro de unos 90 grados, dirigiéndose hasta Ramales, en donde toca otra falla, la falla de Ramales-Laredo, que le obliga de nuevo a ir hacia el Norte.

Por otra parte, la abundancia de rocas calizas, especialmente en la parte  este del valle de Rasines, zona del Pico Cerredo y Valseca, junto con un clima muy húmedo y templado, ha permitido que se desarrollen importantes fenómenos kársticos por el poder que tienen las aguas para disolver  dichas rocas. La palabra “karst” o “kárstico” deriva de una región de la antigua Yugoslavia en la que existe un paisaje calcáreo modelado por la acción del agua, rica en anhídrido carbónico, que disuelve la caliza, formando grutas y otras formas caprichosas de las rocas.  Pues bien, entre los relieves kársticos de Rasines son de destacar el gran valle ciego o “uvala” de La Brena, junto a Ojébar, y el complejo subterráneo del río Silencio, incluida la Cueva del Valle. Las tan comunes “torcas” que existen por todas partes de nuestra geografía son depresiones o embudos formados por la acción de disolución del agua en las calizas.

Fig. 1: The features of a karst system.

En resumen, la forma y aspecto de nuestro relieve actual es el resultado, principalmente, de la erosión diferencial a lo largo de los últimos millones de años condicionada por la existencia de grandes fracturas y por la distinta resistencia a la erosión de diferentes tipos de rocas, como  arcillas y yesos, areniscas, calizas, margas, etc., jugando en ello un importantísimo papel la abundancia de rocas calizas y  los procesos de hidrólisis de las mismas, que han sido determinantes en  gran medida  de nuestro paisaje, de marcado carácter kárstico.

                       
En el caso de la minería podemos decir que en toda la zona cantábrica, y en relación con calizas dolomíticas (calizas ricas en magnesio) del Cretácico inferior, existen numerosos indicios y depósitos minerales, especialmente de hierro (Fe), zinc (Zn) y plomo (Pb). En unos casos se trata de yacimientos de Fe, como los de Peña Cabarga, Castro, Gallarta, Somorrostro, etc; en otros, de Zn y Pb como La Florida, Reocín, La Cavada, Rasines, Carranza, La Troya, etc.


Los yacimientos de Rasines no son, por tanto, un elemento aislado, sino que encajan dentro de un contexto metalogenético más amplio, bien conocido por los geólogos.

01 noviembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA

Por José Ignacio y Ramón Luis Manteca 

             
              
Ahora que se han rescatado de la maleza y el olvido, aunque aún no en su totalidad, las instalaciones mineras de la zona de Helguera, en Rasines, parece oportuno traer a la memoria los cien años de minería que ha conocido nuestro pueblo, cuya última etapa muchos vecinos aún recuerdan, así como al dueño postrero de la explotación, Arsenio Lombera. 
Aunque es posible que ya los romanos explotasen los recursos mineros de Rasines habrá que esperar a la edad moderna y, concretamente, a la época comprendida entre mediados del s. XIX y mitad del XX, para asistir a una explotación sistemática de la minería en Rasines por parte de unos emprendedores, miembros de la familia Lombera, que llegaron a tener seis minas y más de cincuenta obreros, exportando a varios países de Europa. 

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El mineral que se extraía era plomo y zinc, y de éste sus menas, blenda y calamina. Más tardíamente y ya como subproductos, también se produjo cal viva, dolomía, ocre y caolín. 


Presentación

En la biblioteca de Rasines, habitualmente desierta, existe un ejemplar del magnífico diccionario enciclopédico ESPASA en su edición de 1925. Si un joven del pueblo tuviera la curiosidad de consultar lo que este diccionario dice de su municipio, se llevaría algunas sorpresas. La primera, que hace ochenta años el censo de Rasines contaba con 700 personas más que hoy, ya que existían entonces “456 edificios y albergues y 1.649 habitantes, según el censo de 1910”. 
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La segunda, la variedad de sus recursos, pues “en su término se producen maíz, hierba, alubias, etc.; cría de ganado vacuno, lanar, cabrío y de cerda; abunda la caza de liebres y la pesca de truchas y salmones”. Claro, que a mediados del siglo XIX, cuando comienza la historia de la minería en Rasines, la variedad era aún mayor puesto que se producía trigo y mijo y había plantaciones de viñedos para hacer chacolí. En 1840, en concreto, los diezmos pagados por Rasines a la iglesia incluían 3.300 fanegas de maíz y 3.200 cántaras de chacolí. 
Pero siguiendo con el diccionario Espasa de 1925, la tercera sorpresa del joven estudiante sería la lectura de este párrafo: “Minas de blenda, calamina y plomo, en explotación”.

                   
Windlass

Rasines es un pueblo cuya historia, incluso la más reciente, es prácticamente desconocida debido a la falta de publicaciones sobre nuestro pasado. Es ahora cuando empezamos a valorar la importancia de conocer nuestras raíces y por eso debemos dar la bienvenida a publicaciones como la patrocinada por el PRODER Asón-Agüera y la Universidad de Cantabria, en la que con el título “Catálogo Monumental de las Cuencas del Asón y del Agüera”, se aborda parte de la Historia de Rasines. 

Mayor rigor y calado, hasta el punto de convertirse en lectura imprescindible sobre la historia de nuestro pueblo, tiene el reciente libro (noviembre de 2004) “Rasines, un pueblo en el camino”, escrito por Pedro García Gómez, Secretario de nuestro Ayuntamiento. En este mismo contexto de recuperar nuestra historia debemos situar la iniciativa emprendida hace muy pocos años de rescatar de la maleza y del olvido las viejas instalaciones de la minería de Rasines, siguiendo el ejemplo de otras zonas mineras que han visto en el turismo una forma de rentabilizar “post mortem” esta fenecida industria.

                        Chain Pumps

En las próximas páginas intentaremos reconstruir la historia de la minería de Rasines en la época moderna, concretamente entre los años sesenta del s. XIX y finales de los cincuenta del XX, que son los límites aproximados de la explotación minera llevada a cabo por la familia Lombera, natural de Rasines y con casa familiar en el barrio de El Cerro. 
Para ello hemos contado con la documentación y memoria aportadas por César de Lombera Pando Gil, bisnieto del fundador de la mina, Juan Lombera Gil de la Torre y Hierro, y sobrino-nieto de Arsenio Lombera, Facultativo de Minas, que fue su último Gerente. 
Esta documentación ha sido ampliada, por parte de los autores de este artículo, con otros datos genéricos sobre geología y minería de la zona, minerías romana y moderna, etc., para una mejor comprensión global de esta actividad. A estos temas nos referiremos en primer lugar.