28 febrero 2014

HIDALGUÍA E HIDALGOS DE BRAGUETA

Tomado en parte de: www.heraldicabc.com
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LOS PRIMEROS HIDALGOS

El concepto de hidalguía aparece desde los primeros momentos de la Reconquista. Ya en el siglo X se manifiesta el término “infanzón” como sinónimo de la palabra caballero. Estos infanzones eran vasallos de los grandes magnates y prelados y administraban sus propiedades. 


En los primeros siglos era posible conseguir la categoría de infanzón simplemente aportando, al servicio del rey, armas y un caballo costeados por el interesado, como es el caso de los "caballeros villanos". Debido a su importancia táctica (caballería de carga con lanza) y a su presencia en las tierras repobladas, los caballeros villanos ganaron privilegios y llegaron a ser equiparados legalmente a los infanzones, la baja nobleza (aunque sin privilegios nobiliarios).
El Fuero de Castrojeriz, del año 974, es el primer documento en el que figuran los caballeros villanos igualados a los infanzones. El conde de Castilla, García Fernández, ordena en el texto del Fuero: "Damos buenos fueros a aquellos que fueron caballeros y los elevamos a infanzones, anteponiéndoles a los infanzones que sean de fuera de Castrojeriz y les autorizamos a poblar sus heredades con forasteros y hombres libres y respétenlos estos como infanzones, pudiendo ser desheredados los colonos si resultan traidores".
Los caballeros villanos cumplieron una destacada actuación en campañas decisivas de la Reconquista: las batallas de Uclés (1086), Alarcos (1195), Las Navas de Tolosa (1212) y del Salado (1340).


En las ciudades que se fundan en las tierras reconquistadas, los caballeros —y no los magnates, quienes solían quedarse en áreas de retaguardia, más seguras— llegaron a dominar la vida política, social y cultural. Los oficios municipales y la representación de las ciudades en las Cortes eran privilegios casi exclusivos de los caballeros. 
A partir del siglo XII, a medida que las fronteras se van desplazando progresivamente hacia el sur, empiezan a ser conocidos como “hidalgos”.
En sus inicios, pues, el título surgió como una distinción real por servicios de guerra pero, a lo largo de los siglos, su uso se fue extendiendo en forma descontrolada y los monarcas, a cambio de algún beneficio que les interesara, nombraban hidalgos a cuantos les resultaba conveniente. Fue con la llegada de la Ilustración cuando comenzó una reforma en profundidad de la hacienda pública, una de cuyas consecuencias fue la limitación de este tipo de nombramientos ya que, para entonces, más de medio millón de personas gozaba de exenciones tributarias basadas en este título.
A diferencia de la España meridional con pocos nobles pero muy poderosos, en el norte su número era elevado y sus diferencias con el pueblo llano escasas, habiendo sido en sí reformada su sociedad desde un principio por motivos históricos y demográficos, constituyendo en tiempos auténticas milicias en apoyo de las huestes reales. 


En Asturias los hidalgos llegaron a ser casi un 80 % de la población y, en el caso de Cantabria, esta cifra fue aún mayor, alcanzando el 83 % en el siglo XVI y superando el 90 % en torno a 1740 (1)  En el Señorío de Vizcaya, y en Guipúzcoa, existía también el llamado derecho de hidalguía universal, en virtud del cual todos los vizcaínos y todos los guipuzcoanos nacían hidalgos.
Hidalgo es en su definición "aquella persona que por su sangre pertenece a una clase noble y distinguida".
¿Cuál es el origen de los hidalgos?. Comencemos por la denominación de "Hijosdalgo" es decir "Hijos de algo", esto es, que sus ascendientes se hubieran distinguido por sus hechos o por su posición. Que hubieran tenido "algo". La etimología de la palabra está perfectamente clara.

Como ya hemos dicho, primitivamente en los reinos de Castilla y León, los hidalgos se conocieron con el nombre de "infanzones", voz que fue quedando en desuso pero que se conservó en Aragón. Pero unos y otros, los hidalgos castellanos y los infanzones aragoneses dependían directamente del rey.




En Castilla existió una muy amplia legislación sobre los hidalgos, comenzando por el Fuero Viejo, calificado como el "Código de los Hijosdalgo", y siguiendo con el Fuero Real, las leyes de Partidas, el Ordenamiento de Alcalá y la Novísima Recopilación.
La hidalguía, según las Partidas, es "la nobleza que viene a los hombres por su linaje". En Castilla, la hidalguía, en contraste con las costumbres francesas, sólo se trasmitía por linaje de varón. Los hidalgos eran conocidos bajo diversas acepciones, siendo los más importantes aquellos de "solar reconocido", o de "casa solariega" que pregonaba la nobleza e importancia de sus ascendientes.
A los que tomaron parte en la Reconquista y alcanzaron la dignidad de hidalgos, se les denominaba "primarios" y "secundarios" a los que después se establecieron ya en tierras conquistadas.

(1) Lo suscribo: Mi abuelo 4º  Andrés Manteca, nativo y vecino de Socueva (Arredondo) declara lo siguiente en el Catastro de Ensenada de 1745:
“Familia: Primeramente declaro ser del estado noble, casado, de edad de treinta y dos años. Mi oficio es labrador del campo…”
Otro abuelo 4º,  Esteban Castillo-Valle, igualmente de Socueva, hace en el Catastro de 1745 la misma declaración de nobleza. 
Mi abuelo 5º, Veremundo de Regil, vecino del barrio de La Atalaya (Arredondo), declara también ser de estado noble. 
En vista de esto consulté las declaraciones de media docena de individuos del Catastro correspondiente a Arredondo, elegidos al azar, y todos habían declarado ser de estado noble.

(Continuará)



Manual de Urbanidad para niños
Barcelona 1913

8. ¿Qué defectos hay que evitar al beber? 
9. ¿Qué acciones han de evitarse en la mesa?

8. Es sumamente repugnante beber cuando la boca está aun ocupada por la comida; to­mar el vaso o copa con la mano izquierda o con ambas manos; mirar a todos lados mien­tras se bebe; fijar la mirada en alguna perso­na por encima del vaso; meter el borde del mismo muy dentro de la boca; beber a sorbe-tones; beber mientras está haciendo lo mismo el de mi lado. Todas estas son faltas muy no­tables; pero el colmo de la grosería lo come­ten aquellos que, al terminar de beber, abren la boca para recobrar el aliento y, pronun­ciando un repugnante ja! como en señal de satisfacción, regalan a los de su lado un alien­to impregnado en vino o en los vapores que suben del estómago.




9. Mirar la fuente que viene y si es de nuestro gusto ponerse alegre y mirar a los comen­sales frotándose las manos en señal de satis­facción; o al revés, si no nos gusta, volver la cabeza, murmurar y dar señales de disgusto es una prueba manifiesta de incivilidad. Lo mismo puede decirse de los que toman mu­cho pan, o lo cortan a lo largo, o bien para cortarlo lo aguantan sobre la mesa y lo par­ten con el cuchillo vuelto hacia abajo con pe­ligro de estropear los manteles; o bien aque­llos que desde el principio de la mesa se pro­veen con una porción de pedacitos pequeños que colocan en montón junto al plato. 


Tocar la comida, el almíbar o las salsas con los de­dos, roer o chupar los huesos, tomar con la mano el pan mojado en las salsas, es propio de gente inculta y pone las servilletas a la miseria; limpiar los labios o el cubierto con una miga de pan y dejarla después pringada a la vista, lamer o chuparse los dedos o lim­piarlos en el mantel es el colmo del desaseo.  


La miga con que tal vez haya de limpiarse el cubierto, pero nunca los labios, ha de dejarse en el plato con los residuos de la comida. 
Oler los platos o las fuentes es de lo más in­civil y grosero que puede darse.

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