21 febrero 2021

PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA (IV)

    La estancia en Río de Janeiro fue una continua sucesión de conflictos de Sarmiento con Flores Valdés, pues el primero descubrió la venta fraudulenta de pertrechos y recursos por parte de algunos capitanes y maestres de buques y la carga en los barcos de palo brasil para provecho de estos, y Flores parecía mirar a otro lado...


    Tras muchas tensiones la expedición salió de Brasil (noviembre de 1582) con dieciséis barcos, para continuar viaje hacia el sur en demanda del Estrecho de Magallanes. Pero el estrecho estaba a la defensiva y no se dejaría domar fácilmente. Y además el océano Atlántico parecía actuar como su aliado:
    En un fuerte temporal se perdió un bergantín y poco después una nao que se fue al fondo con trescientos cincuenta hombres y un importante cargamento destinado a los destacamentos que se pensaba fundar.



Un nuevo temporal hizo que se perdiera otra nave cargada con víveres. Después tres barcos se separaron a la altura del Plata debido a su mal estado y tuvieron que regresar a Río de Janeiro. Otros tres entraron en el Río de la Plata llevando a Alonso de Sotomayor, gobernador de Chile, para que se dirigiera por tierra a su destino.

    Finalmente, de toda la expedición, al estrecho llegaron sólo unos pocos barcos (febrero de 1583),


pero el Magallanes no les permitió el paso y el Atlántico colaboró activamente con él, aportando temporales que parecían no tener fin, no dando respiro a las tripulaciones, que empezaron a amotinarse. 
    Por una vez, Sarmiento y Flores se pusieron de acuerdo y pactaron retirarse a Brasil para rehacerse y reparar las naves más dañadas, y así, la flota abandonó las aguas del estrecho y retrocedió 4.000 Km. hasta Santos (marzo) para regresar a donde había salido seis meses antes, es decir, a Río de Janeiro (mayo), sin haber podido ni siquiera iniciar los trabajos que tenían encomendados.



    En Río se encontraron con el general Diego de Alcega, que traía cuatro naos con víveres para la expedición y el aviso del Rey para Sarmiento y Flores de que había que fortificar el estrecho cuanto antes ya que Francia estaba preparando corsarios para cruzarlo.
    Pero Flores Valdés no parecía interesado en el estrecho sino en regresar a España y dejar atrás el infierno que, sin duda, le estaría de nuevo esperando en el Magallanes, así que aprovechó la presencia de corsarios franceses en Bahía de Todos los Santos, para dirigirse a dicha ciudad y, a continuación, seguir viaje a España con la mayor parte de la flota. Dejó en la zona al almirante Diego Ribera con sólo cinco barcos y poco más de quinientas personas, entre ellas Sarmiento de Gamboa.



    Y principia diciembre de 1583, es decir, a comienzos del verano austral, cuando salen de Río de Janeiro las cinco naves que manda el almirante Diego Ribera, llevando a Sarmiento con sus pobladores y soldados destinados para los proyectados establecimientos del Estrecho. Llevan víveres, pertrechos y la artillería para los fuertes que han de construirse...
    Después de tres intentos de entrar en el Estrecho, sin conseguirlo debido a los temporales que parecen estar siempre allí, consiguen hacerlo y fondean en la ensenada que bautizaron con el nombre de las Once Mil Vírgenes. 


    Desembarca Sarmiento con el capitán Gregorio de las Alas y el piloto Antón Pablos más ocho arcabuceros y toma solemne posesión del Estrecho. ¡Ya es gobernador!
Desembarca toda la gente, unas 300 personas en total, y la correspondiente impedimenta, víveres y cañones... Tras grandes fatigas los colonos lograron fundar un primer asentamiento que bautizaron “Purificación de Nuestra Señora”. Pero las inclemencias del tiempo y lo inhóspito del lugar obligó a Sarmiento de Gamboa a cambiar de sitio, para fundar con una solemne ceremonia otro asentamiento que llamó “Nombre de Jesús”, cerca del cabo Vírgenes.



En la fundación del nuevo poblado se utilizó una de las naves, varándola, como base de operaciones,  aprovechando  primero el abrigo que proporcionaba, para después utilizar su madera, armas y pertrechos. Se sacrificaba, pues, un barco pero se iniciaba la población del Estrecho.
    Las cuatro naves restantes salieron despedidas varias veces del Magallanes, expulsadas por la marea vaciante y los vientos que rompían los cables de las anclas, aunque siempre pudieron volver y los tripulantes colaboraron con las gentes de tierra. Pero a fuerza de partir cables quedaron muy pocas anclas disponibles. 
    La última vez que la flotilla logró acercarse al asentamiento fue ocasión para que Sarmiento alabase al almirante Ribera: «Hízolo muy varonilmente y como deseoso de servir a S. M.»



Gamboa no descuidó la organización del poblado y designó autoridades para su gobierno, comenzó la construcción de la primera iglesia y ordenó efectuar diversas siembras. Pero el lugar no era bueno para ser cultivado, los productos de la tierra eran pobres y escasos, sólo la mar les proporcionaba algo de pesca y moluscos, y el frío y el hambre empezaron a hacer mella en aquellos colonos.
    Esto no es de extrañar, ya que las temperaturas máximas anuales en el territorio del estrecho oscilan entre los 14º C en verano y 4º C en invierno. 

    Las mínimas varían entre 7º y 0º C. Por no hablar de vientos que pueden alcanzar los 100 nudos y ni de 3000 litros/metro cuadrado anuales de lluvia. Vamos, que no se daría nada bien el trigo.
    El almirante Diego Ribera, dando por concluida su misión, puso rumbo a España con tres barcos, dejando en el estrecho sólo la nao María (Santa María de Castro) y los restos desmantelados en la playa de la nao Trinidad.
    

Y en tierra quedaron unas trescientas cuarenta personas en condiciones de supervivencia muy difíciles, por lo que Sarmiento juzgó necesario encontrar un terreno más propicio que pudiera abastecer de los elementos - madera, pesca, caza, productos agrícolas - necesarios  para garantizar la vida de los pobladores.

    Así que, habiendo seleccionado un grupo de entre los hombres más fuertes, salió a buscar un lugar más adecuado para allí fundar un nuevo asentamiento. La nao María debía acompañarles navegando por el estrecho.
    La expedición de Sarmiento y sus hombres desde el poblado «Nombre de Jesús» hasta el lugar que debía ocupar la  nueva población «Rey Don Felipe» tuvo un gran mérito. Fue una marcha que llamaron «de las ochenta leguas» -en realidad fueron más de 100- siguiendo la orilla norte del estrecho, viéndose obligados a dar grandes y agotadores rodeos por los canales que desembocaban en él.
    La nao María, que los acompañaba, tuvo que seguir su camino marítimo avanzando penosamente contra vientos y corrientes. Cuando los «de a pie» se reunieron al fin con ella iban completamente agotados y es claro que la nao fue su salvación. 



    Durante la terrible marcha Sarmiento y su grupo tuvieron que superar grandes dificultades y atravesar pasos muy difíciles. Para colmo, unos indios gigantescos (patagones) los atacaron y en la lucha perdieron un hombre y otros más resultaron heridos.
    El asentamiento se fundó finalmente en marzo de 1584 a pocos kilómetros de la actual Punta Arenas y se determinó que los fuertes serían edificados en la boca oeste de la primera angostura.