08 noviembre 2013

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (II)

La geología del valle de Rasines


Durante casi toda la era Secundaria, desde finales del Triásico hasta finales del Cretácico (entre menos 200 y menos 65 millones de años), la mayor parte de la región  cantábrica, incluido Rasines, era mar. Una cuenca marina, donde se acumulaban los sedimentos que procedían del Macizo Hespérico, lo que ahora es la meseta Ibérica. Con la orogenia alpina, ya en la era Terciaria, toda la cuenca se plegó y emergió, formándose la cordillera cantábrica. Debido a este origen marino, las rocas que aparecen en nuestra comarca, incluso en las montañas más altas, como en el Pico de Las Nieves, contienen fósiles de moluscos y otros organismos  marinos, como los corales.

Una vez emergida la cordillera, se produjeron grandes fracturas o fallas, debido a la distensión por el asentamiento de la misma. Luego,  los agentes erosivos como agua, hielo y viento, comenzaron a modelar el relieve recién formado hasta que se llegó, tras millones de años de incesante labor  de erosión, transporte y sedimentación, a conformar  el territorio tal como lo conocemos en la actualidad, con sus sierras, montes, gargantas  y valles. Las grandes fracturas antes mencionadas guiaron en gran parte la acción erosiva, tanto de los ríos como de las correspondientes corrientes subterráneas. El  tipo de rocas y su diferente resistencia a la erosión también han influido muy notablemente en la formas del relieve.


El valle de Rasines, con su extensa mies, es el resultado de la erosión a favor de una gran fractura que discurre en dirección casi Norte-Sur, desde Ramales hasta Laredo, así como de la presencia en el subsuelo de gran parte del valle de unas rocas muy blandas, concretamente arcillas rojas y yesos del Triásico, de mínima resistencia a la erosión. Los que hayan vivido su infancia en Rasines  recordarán, al respecto,  la arcilla roja que se recogía junto a la torre de la iglesia de San Andrés, con la que se fabricaban unas estupendas canicas.  Pues bien, esas son las arcillas del Triásico, material por cierto bastante nefasto para  la construcción, ya que su carácter plástico y expansivo puede provocar la inestabilidad de las cimentaciones, como ocurrió con toda probabilidad con la torre de la citada iglesia, a la que causó su hundimiento.



El valle rectilíneo del río Ruahermosa está excavado a lo largo de una falla de dirección NW-SE, y es rigurosamente paralelo al valle del río Carranza, que sigue también una falla del mismo rumbo. El Valle del río Asón, por su parte,  discurre en su tramo alto, desde Asón a Arredondo, de Sur a Norte, es decir, siguiendo la máxima pendiente de bajada hacia el mar, pero en Arredondo conecta con una gran fractura que va en sentido casi Este-Oeste, que ha determinado que el río haga un quiebro de unos 90 grados, dirigiéndose hasta Ramales, en donde toca otra falla, la falla de Ramales-Laredo, que le obliga de nuevo a ir hacia el Norte.

Por otra parte, la abundancia de rocas calizas, especialmente en la parte  este del valle de Rasines, zona del Pico Cerredo y Valseca, junto con un clima muy húmedo y templado, ha permitido que se desarrollen importantes fenómenos kársticos por el poder que tienen las aguas para disolver  dichas rocas. La palabra “karst” o “kárstico” deriva de una región de la antigua Yugoslavia en la que existe un paisaje calcáreo modelado por la acción del agua, rica en anhídrido carbónico, que disuelve la caliza, formando grutas y otras formas caprichosas de las rocas.  Pues bien, entre los relieves kársticos de Rasines son de destacar el gran valle ciego o “uvala” de La Brena, junto a Ojébar, y el complejo subterráneo del río Silencio, incluida la Cueva del Valle. Las tan comunes “torcas” que existen por todas partes de nuestra geografía son depresiones o embudos formados por la acción de disolución del agua en las calizas.

Fig. 1: The features of a karst system.

En resumen, la forma y aspecto de nuestro relieve actual es el resultado, principalmente, de la erosión diferencial a lo largo de los últimos millones de años condicionada por la existencia de grandes fracturas y por la distinta resistencia a la erosión de diferentes tipos de rocas, como  arcillas y yesos, areniscas, calizas, margas, etc., jugando en ello un importantísimo papel la abundancia de rocas calizas y  los procesos de hidrólisis de las mismas, que han sido determinantes en  gran medida  de nuestro paisaje, de marcado carácter kárstico.

                       
En el caso de la minería podemos decir que en toda la zona cantábrica, y en relación con calizas dolomíticas (calizas ricas en magnesio) del Cretácico inferior, existen numerosos indicios y depósitos minerales, especialmente de hierro (Fe), zinc (Zn) y plomo (Pb). En unos casos se trata de yacimientos de Fe, como los de Peña Cabarga, Castro, Gallarta, Somorrostro, etc; en otros, de Zn y Pb como La Florida, Reocín, La Cavada, Rasines, Carranza, La Troya, etc.


Los yacimientos de Rasines no son, por tanto, un elemento aislado, sino que encajan dentro de un contexto metalogenético más amplio, bien conocido por los geólogos.

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