30 agosto 2013

EL VIAJE MORROCOTUDO (IV)




Fecha Diario de Bitácora: 8 de Junio de 2003
Singladura: Marina del Este - Roquetas de Mar, 60 millas

   
Me encuentro bien descansado y en los primeros dos días de navegación que hemos hecho no me he mareado y parece que estoy aguantando bien la mar, así que voy a dejar de tomar biodramina.

             Potc skull color

Queremos salir más pronto que el día anterior, pero hay dificultades: imposible encontrar una cafetería abierta a las 10 de la mañana y además la Guardia Civil se encuentra en el puerto y JR no quiere arriesgarse a una multa por echar combustible de unos bidones que lleva a bordo por la boquilla del depósito del motor (parece ser que está prohibido andar con bidones y embudos, para evitar derrames) y, por fin, JR quiere ir a la capitanía del puerto a poner una reclamación por la clavada de ayer. 
La ausencia de cafetería se resuelve tomando a bordo un excelente café recién hecho. Mientras tanto se da lugar a que los guardias se vayan a caballo de sus motos de cuatro ruedas (quads) y nosotros podamos trasvasar con tranquilidad 40 litros de gasoil. En fin, JR y Leo salen de la capitanía con la mirada alta, la vista clara y el pecho hinchado de aquellos que han luchado por sus derechos.¡Se han enterado estos de Marina del Este; les están ardiendo las orejas!
Al fin, zarpamos a las 12:15. Como en los dos días anteriores, hay poco viento así que la navegación se hace a motor. A la media hora de salir tenemos a Almuñécar por babor; a las 13:30 pasamos al sur de Salobreña. Su castillo nos recuerda la narración de Washington Irving, aquella en la que unos presos cristianos logran huir gracias a las hijas del emir.


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La navegación a vista de la costa granadina discurre sin incidentes, salvo el que yo he estado a punto de provocar reclamando una comida de cuchara. Defiendo mi derecho y consigo un buen plato de una excelente fabada, calentada diestramente por JR. Leo me ha secundado en tan importante decisión y también ve premiada su actitud. El más joven, JR, se come un poquito pero nos cede el tocino y la morcilla. Se ve que no se ha educado entre marmitones de internados y patronas de pensión. Mejor para él. Como siempre, se completa la comida con café y orujo. Leo nos hace la admonición final: ¡Ya sabéis, en caso de urgencia, los pedos a sotavento!
Estamos avanzando a buen ritmo: a las 18:30 el GPS principal, el instalado sobre la mesa de navegación y que incorpora cartografía, nos señala Adra al Norte y el Cabo Tres Forcas (Melilla) al Sur. Pasamos la Punta de Sabinar y nos adentramos en el golfo de Almería.
 Golfo de Almería

Como a 10 millas de la costa desconecto el piloto automático y me pongo a la rueda. El GPS portátil instalado en el pedestal me indica el rumbo a seguir hasta Roquetas (claro, previamente JR ha introducido en el equipo las coordenadas de la bocana del puerto).
Cae la noche. La costa se identifica allá lejos por una línea de luces al frente y a la izquierda (perdón por decir izquierda, pero parte de mis lectores no son marinos), luces provenientes de la iluminación urbana de diferentes núcleos costeros. Yo no sé cuáles corresponden a Roquetas, pero sigo con fe las instrucciones que me da el GPS.
La parte de Roquetas que yo conozco es la que vi en Febrero pasado cuando el Imserso nos llevó allí de excursión durante una semana, es decir, el hotel Colonial, el centro del pueblo y el puerto desde tierra. Desde la mar, y más por la noche, las cosas son muy diferentes y mis recuerdos no sirven para nada. Vamos dejando atrás parte de las manchas de luz y otras aparecen por delante.

A las 22:30 estamos a 4 millas de la costa y vamos derechos hacia una de las concentraciones de luces. JR ha estado en la mesa de navegación consultando la carta y sale a la cubierta: tenemos que localizar la baliza roja de la entrada al puerto.


¿Habéis intentado localizar una luz roja entre miles de luces amarillas del alumbrado público? Se te hacen los ojos chirivitas y no distingues nada. En vista de esto seguimos al mismo rumbo, acercándonos a tierra. Las luces se hacen más próximas. Se diría que incluso puedo distinguir las fachadas iluminadas de algunos hoteles y sus rótulos luminosos. Pero de baliza roja, nada.
¡A estribor!, me indica JR. Por la amura de estribor está la luz roja. Yo miro y remiro y no veo nada. Agarro los prismáticos y peor aún, porque todas las luces bailan por detrás de la lente produciendo rayas multicolores. A todo esto, debo decir que navegamos con mar de popa y el barco cabecea y hace zigzags por mucho que intente evitarlo.
Pero ¿no la ves?, insiste JR. Está a la derecha de aquella construcción que parece un castillo.
Yo siempre digo que ahora veo bastante mejor que cuando tenía treinta años, porque antes yo era miope y con la edad, me figuro que la presbicia ha compensado la miopía, total que ahora veo bien de lejos. Al menos, eso creía hasta entrar en Roquetas, cuando me di cuenta de que la agudeza visual de JR era muy superior a la mía. Normal.
Estamos a menos de 2 millas de nuestro destino cuando la veo. ¡La veo, es de un color rojo apagado y parpadea! Suspiro, aliviado y dirijo la proa hacia ella. Diez minutos mas tarde logro ver la luz verde, la que tienes que dejar por estribor, y me dirijo hacia ella para luego virar y meterme entre las dos.  


            

Despacito (la velocidad máxima permitida es de 3 nudos), entramos finalmente en el puerto. Un empleado del club, avisado previamente por radio, nos hace señas con una linterna y nos dirigimos hacia él. Nos amarramos pero no podemos conectar el cable de 220 voltios: el enchufe del pantalán no es compatible con el nuestro. Mala suerte, mañana no dispondremos de bebidas frías. Son las doce menos cuarto de la noche. Cena frugal a bordo y a la cama.

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