24 enero 2014

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (XIII)

Organización y producción



Los procesos productivos para enriquecer el mineral, llamados  en la época  “beneficio” del mineral, ya los hemos mencionado antes: el sistema gravimétrico en lavaderos y el de hornos de calcinación. Parece que en Rasines hubo los dos sistemas. El de hornos es evidente. Pero, además, en una carta de 1872 escrita por Juan Lombera a la empresa Silvan & Co. de Bilbao, se hace referencia al gravimétrico, pues se dice que “para beneficio de los minerales por medio de lavado, hay una instalación hecha, falta sólo el motor. Lo del motor se refiere, probablemente, a la mecanización del triturado del mineral o del sistema vibratorio de las mesas, que hasta ese momento debía tener carácter manual.


No tenemos muchos datos sobre volúmenes extraídos de los distintos minerales, ni impacto económico en Rasines, aunque éste debió ser importante. En la época de mayor apogeo minero se calcula hubo entre 50 y 60 obreros, dirigidos por un Jefe de Explotación que a principios de siglo casi siempre era un ingeniero de minas extranjero, alemán, inglés o francés. En Rasines debió recalar un ingeniero inglés, según se desprende de una carta de Arsenio Lombera. La estructura se completaba con un Jefe Administrativo, que llevaba las listas de producción, pagos a proveedores, pago de la nómina, etc. Este cargo lo ocupó a principios de siglo Carlos Largacha Bergelí, al que por su función llamaban “listero” o “pagador”. 


Las oficinas de la empresa estaban en El Cerro, en la casa que luego compró José María Viar, a su regreso de Fernando Poo, la antigua colonia española en la costa occidental de Africa. También conocemos el nombre de uno de los carreteros de la primera época de la minería, cuando el mineral se transportaba en carro de bueyes hasta el puerto de Limpias: Prudencio Fernández Gutiérrez, padre de Prudencio Fernández,  “Cencito”.

En estas primera época, inicios del s. XX, hubo un grave accidente con resultado de muerte. A uno de los trabajadores, Agustín Guillarón Carrera, le aplastó una roca que se desprendió en una galería de mina. En época posterior, años cuarenta, otro trabajador vecino de Laiseca,  Paco Nazábal, debió sufrir un desvanecimiento por inhalación de gases mientras alimentaba el horno de dolomía por su boca, cayendo en el interior. Afortunadamente pudo ser rescatado sin mayores consecuencias gracias a la rápida reacción de un compañero, Luis Hoz, que se descolgó dentro del horno con una cuerda y lo salvó.

Poco conocemos de los datos económicos relativos a la actividad minera de los Lombera, como cifras de facturación, tonelaje producido, nivel de utillaje, etc., pues sólo disponemos de datos aislados en la documentación que hemos podido consultar, resultando difícil hacer una proyección anual.



Los comienzos de la explotación parecen muy modestos, a juzgar por el material que se expide para los trabajos de la mina. En una carta de 10 de octubre de 1872 emitida por la empresa inglesa “Silvan & Co.” desde su sucursal de Bilbao a Juan Lombera, se da cuenta del siguiente envío de material a Rasines: “Por mediación del carretero Escajadillo que sale esta tarde (...) con el encargo de que se entregue dicho material al ingeniero Sr. Quez Vázquez: 20 barras de hierro (para barrenar); una máquina para cribar; 6 carretillas; un collarón; una rueda con su eje; 10 barriles para mineral de plomo; una carretilla sin rueda; una máquina para viento (para ventilar la galería); y una caja de herramientas.”

En otra carta de abril de 1872, Federico Liperhaide, padre del fundador de Unquinesa, remite una carta a Juan Lombera en la que dice que “le sale el tiro (cartucho de dinamita) a real y céntimos. En vista de esto hemos pedido otras tres cajas para mandarlas a ésa lo antes posible. Velas, mandamos otra cantidad”.

Otra carta de la que no tenemos fecha, emitida por la sucursal en Bilbao de la empresa minera “Hilbart & Co”. de Birmingham, nos dice: “Gastos, hasta marzo inclusive, 1.414 (¿reales?). Talaje pagado a usted, 13.143. Embarcado, 180 Tm. Existencia calculada contra uno y otro mineral, 100 Tm. Total, 280 Tm.”

Finalmente otra carta de la misma entidad, fechada en 1873, que dice: “Dejamos a Ud. abonados, según la referencia de arriba, 4.800 reales con concepto del quintalaje del buque y ancinche de 160 toneladas a 30 reales. En contra le debitamos 3.000 reales que endoso sobre el Santander que acompañamos”.


Parece que el mineral extraído de las minas era de rica ley y no había ningún problema en cumplir las especificaciones de los clientes. En una carta de 1889, cuyo remitente desconocemos, se dice: “Mis representados de Alemania están dispuestos, en un principio, a hacerse cargo de las cantidades de blenda y calamina que podrían servir en las condiciones tratadas con ustedes en su reciente visita a esta casa, a saber: Fórmula para blendas con su ley mínima del 50% de cinc: 0,95P x T-8 – 0,16P. Fórmula para calaminas con ley mínima de 45%: P x T-7 – 0,16P.  Todo ello para mercancías puestas libres de gastos en Santander.”



Manual de Urbanidad para niños
Barcelona 1913


¿Qué ha de observar V. respecto de la actitud de sus miembros y sentidos?

1º. Que es indicio de poca gravedad y aplo­mo el volver ligeramente la cabeza de una parte a otra; que revela extremada curiosidad el volverse a cualquier ruido o palabra para mirar lo que otros hacen; que el llevar la ca­beza muy tiesa y erguida indica soberbia y altanería; y el andar cabizbajo es señal de ge­nio poco franco y sobradamente reservado.


2º. Que los labios muy cerrados revelan un genio taciturno y los muy abiertos son señal de bobería o distracción.

3º. Que el gesticular mucho con los brazos cuando se habla o el ponerlos en jarras es propio de mujerzuelas de la ínfima plebe; y el moverlos cuando se anda, a manera de quien siembra y con movimiento alternativo y rápi­do, es un andar ridículo y chocante en de­masía.



4º. Que apoyarse sobre un pie cuando se está parado, descansar el cuerpo en la pared arrimando a ella el hombro, juguetear con los dedos y meterlos en los ojales de la cha­queta, introducir los pulgares apoyándolos en las aberturas del chaleco, doblar la rodilla apoyando la planta del pie contra la pared, llevarse durante la conversación la mano a la barba, a la boca o a la frente, no dejan de ser acciones y posturas ridículas y aun groseras.

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