17 enero 2014

RASINES: CIEN AÑOS DE MINERÍA (XII)



Características de la explotación



La primera explotación minera abierta por los Lombera en Rasines y la más importante fue la llamada “Constancia”, por concesión de Isabel II en 1867, aunque las primeras prospecciones y, por tanto, el comienzo de la actividad podemos situarla hacia 1860. Aún es perfectamente visible la cantera en la que se trabajaba, situada en la zona de Helguera, sobre cuya parte superior se construyó en 1940 el horno de dolomía. Una segunda mina, esta vez subterránea, fue la “Constante” (no sobraba la imaginación para poner nombres), cuya boca puede verse en el camino entre Helguera y La Cueva, que tuvo unos 80 metros de profundidad. 




Las explotaciones se realizaban, por tanto, bien en mina subterránea o en cantera a cielo abierto, siendo el arranque, en ambos casos, con explosivos. El mineral se sacaba de las minas mediante vagonetas sobre raíles tiradas por caballerías. Una vez en el exterior, el mineral era transportado en carros de bueyes, con destino, en los primeros años de la actividad, al puerto de Limpias donde era cargado en “pataches” (barcos de vela de poco calado de hasta 200 Tm.), que eran capaces de llegar hasta puntos como Bilbao o Gijón. Para destinos más largos, fundamentalmente Bélgica, Reino Unido y Alemania, el patache era sustituido en estos puertos intermedios por cargueros más grandes. Desde finales del s. XIX, con la apertura de la estación ferroviaria de Gibaja, el embarque se hizo básicamente por ferrocarril a Santander o Bilbao.


En cuanto a clientes nacionales, además de los ya citados, Altos Hornos de Vizcaya y Vidrieras de Llodio, paradójicamente también se servía a Reocín, en Torrelavega, a pesar de ser esta empresa la primera productora nacional y europea de zinc, blenda y calamina.

Las minas de Rasines siempre se movieron en el contexto de una empresa familiar, limitada, por tanto, en recursos. Aunque parece que hubo algún intento de venta a grandes empresas, como a la propia Real Compañía Asturiana de Minas de Reocín o a Peñarroya, el mismo no llegó a cuajar, posiblemente porque las concesiones resultaban pequeñas para la capacidad productiva de estas grandes compañías. Sí hay un período en 1894 en que las minas se arriendan a un inglés, un tal McLennan, por un período de diez años, retornando después a sus dueños.

La extensión de las minas se medía en “pertenencias”, que era una unidad de medida para las concesiones mineras. Esta medida ha variado con las distintas leyes, pero en la época equivalía a un cuadrado de una hectárea, es decir, diez mil metros cuadrados. La empresa llegó a tener seis minas más una “demasía”. La demasía era una extensión de terreno que, por sus reducidas dimensiones, menos de cuatro hectáreas, no se prestaba a la división por pertenencias.


A la muerte de Arsenio Lombera en 1960, su sobrino César y el hermano de éste, Augusto, intentan seguir con el negocio y a este fin se ponen en contacto con la Empresa Nacional Adaro, del antiguo INI, que agrupaba las empresas mineras del Estado. Dicha empresa envía a Rasines a dos ingenieros de minas para hacer un estudio de viabilidad. El informe de estos técnicos es negativo ya que, aunque el mineral es bastante rico en ley, las pertenencias o concesiones son insuficientes en extensión para una explotación moderna y rentable. Un peritaje anterior de la empresa Peñarroya también había revelado las dificultades para una explotación en mina por la abundancia de agua en el subsuelo.




Manual de Urbanidad para niños
Barcelona 1913






1. ¿Tiene el joven deberes que cumplir con los cria­dos?
2. ¿Quiénes faltan a la atención que se les debe?- 3. ¿Cómo mandará V. a los criados?- 4. ¿Es licito exi­gir a los criados aquello que los padres han prohibido?





1. Hay jóvenes que miran a los criados con desdén como si no tuviesen derecho ninguno o no fuesen acreedores a nuestras atenciones; y otros, por el contrario, los tratan con una franqueza imprudente y una familiaridad pe­ligrosa. Ambos escollos han de evitarse con cautela.

2. Faltan a la atención que se debe a los criados:
Los que los tratan con dureza como si fue­sen poco menos que esclavos; los que les dicen frases de desprecio; los que pretenden que les satisfagan al momento los más ridículos ca­prichos; los que les riñen a todas horas y nun­ca se muestran satisfechos de sus servicios; los que les amenazan y dicen palabras inju­riosas; los que les mandan por sólo el gusto de mandar; los que pretenden que los criados les adivinen su voluntad y prorrumpen en dicterios cuando no la aciertan. En una pala­bra, los que se convierten en verdaderos tiranuelos de los criados y, no haciéndose cargo de su ordinaria cortedad o de lo humilde de su condición, abusan de ella y de la superio­ridad que les da su posición social, para de­mostrar, con el trato duro y despótico, que no abrigan sentimientos de nobleza y compasión, en orden a guardar a los criados las conside­raciones que se les deben. 



3. Sólo exigiré de los criados aquellos servi­cios que tienen obligación de prestarme; no los agobiaré de trabajo ni les pediré lo que esté sobre sus fuerzas, ni aquellas cosas que sean incompatibles con lo que tal vez otro les ha pedido para aquel mismo tiempo; y en cuanto al modo de mandarles, procuraré que sea con suavidad pero sin bajeza; más bien manifestando mi voluntad que con imperio y despotismo.

4. Exigir de los criados aquello que mis pa­dres me tienen prohibido, sería pervertirlos, sobornarlos y ponerlos en ocasión para que, así como por servirme a mí son infieles a la casa, lo sean mañana para condescender con un extraño o con sus propios intereses. Tal infidelidad y perversión nunca debe intentarla un buen hijo, pues una vez rota la valla en este punto surgirían inconvenientes y difi­cultades que podrían acarrear graves disgus­tos a la familia.

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